_
_
_
_
_
Reportaje:Jornal de agosto

Tinín de Cercedilla

Santos Faustino María López cuida durante el verano el parque regional de la Cuenca Alta del Manzanares

Tiene dos nombres de pila y un tercero por apellido, pero atiende por un diminutivo. Santos Faustino María López, más conocido como Tinín, es de Cercedilla "de toda la vida", o sea, desde hace 41 años que nació. En los últimos tres, el dolor de espalda le acompaña todos los lunes del verano: ese día, Tinín recoge las ingentes cantidades de basura que los madrileños dejan durante el fin de semana en el parque regional de la Cuenca Alta del Manzanares.Con otros compañeros, Tinín colma tres camiones con inmundicias. "De cada diez kilos de desperdicios, ocho provienen de los contenedores y el resto lo recopilamos nosotros, porque la gente lo deja tirado. Son, sobre todo, bolsas y botellas". Este cálculo del empleado de mantenimiento le lleva a una conclusión: "Aunque hay excepciones, la gente es cada vez más limpia, porque se va concienciando de que no se pueden dejar tirados los desperdicios".

Hay visitantes que lo dejan notar. Mientras Tinín riega los árboles, su compañero Manuel Hernaz atiende la entrada del parque por La Pedriza, la llamada puerta de La Camorza.

-Tenga, una bolsa y las instrucciones del parque.

-Gracias, pero no se preocupe, que nosotras somos bastante limpias -le respondía ayer una de las dos pasajeras de un turismo. Las chicas viajaban a bordo del vehículo que, a las doce, hacía el número 140 de los ingresados en el parque. A esa hora, en Madrid ciudad, la temperatura rondaba ya los 30 grados: un acicate para recorrer 50 kilómetros en busca del refrescón en un Manzanares aún agreste pero ya con salmonella. Aunque en el panel de la entrada se desaconseja el baño por ese motivo, la clientela no se deja intimidar por el riesgo de sufrir vómitos y diarrea. Los acalorados visitantes se desparraman con un objetivo prioritario: encontrar una poza tranquila en el aprendiz de río.

"Si la entrada sigue a este ritmo, llegaremos a los 600 coches, aunque no estarán todos al tiempo", calcula Manuel. Un buen aforo para ser día laborable. Nunca pueden permanecer más de 500 vehículos simultáneamente en el interior del parque: es el cupo decidido por la Consejería de Medio Ambiente, tutora de la zona. De las 47.000 hectáreas (como otros tantos campos de fútbol) que abarca el recinto, la Administración regional sólo cuida directamente unas 12.000 hectáreas, correspondientes a espacios naturales. Así lo detalla el director del parque, Antonio Sanz.

La limitación en la entrada de vehículos provoca esperas de hasta dos horas para acceder al parque durante los fines de semana. Esos días, Tinín hace turnos de puerta, con las bolsas al brazo y las instrucciones en la mano. Le gusta estar ahí, en la barrera, viendo las caras que muchas veces le resultan conocidas. Unos días le toca controlar en La Pedriza y otros en La Barranca, junto a Navacerrada y más cerca de su casa de Cercedilla. En este último emplazamiento predominan los visitantes "con mayor cultura medioambiental", según el director del parque.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

En La Pedriza, los feriados son días de familias provistas de bañador, nevera y merienda. Aunque también haya escaladores dispuestos a rapelar sobre el granito. La barrera suele bajarse a las 10.30, hora y media después de alzarse. A partir de ese momento hay que aguardar a que un automóvil abandone el recinto y deje espacio para el siguiente de la fila, que a veces llega hasta la carretera de Manzanares a Cerceda. Motoristas, ciclistas y peatones quedan exentos del cupo. Pero tampoco reciben bolsas ni instrucciones.

"Este agosto viene menos gente que en julio. Puede deberse a las vacaciones o a que ha hecho algunos días frescos", señala Tinín. De todas formas, no falta el trabajo en plena temporada alta, entre junio y septiembre. En estos meses, la veintena de trabajadores fijos y los cinco eventuales (como él) de la concesionaria del mantenimiento del parque, la empresa Trafosa, riegan, limpian, controlan y supervisan.

Con una jornada de siete de la mañana a tres de la tarde, y un contrato que abarca desde abril hasta noviembre, Tinín logra ejercer su primera profesión, la de ganadero, su preferida. "Antes mi familia tenía 18 o 20 vacas de leche en Cercedilla, pero hubo que quitarlas cuando entramos en el Mercado Común". Por culpa de la cuota láctea, el hombre debió buscar trabajo en los retenes de vigilancia medioambiental de su pueblo. "Aquello era peor, sobre todo porque la gente dejaba el campo más sucio", compara. Hace tres años le ficharon para el parque regional. El horario y la temporalidad le permiten compatibilizar ese trabajo con su vocación ganadera. Tinín atiende por las tardes a sus 14 vacas. De carne, eso sí, que la leche ya no da.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_