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CHOTACABRAS PARDO

Camuflaje canoro

El verano parece esfumarse con el mes de agosto, aunque aún le falta un diente de los tres que tiene. Hasta ahora la costa ha permanecido colmada del bullicio de las personas que buscan el sol y la vida alegre de la estación. Bajando la costa gaditana, por Chiclana, Santi Pectri o incluso pasado Conil de la Frontera, se ocultan con una habilidad extraordinaria unas pequeñas aves que engordan a base de insectos y que sólo se hacen visibles en las horas del claroscuro de los atardeceres estivales. Entre las jaras, las zarzas, los brezos y los pinos piñoneros, que arrojan estos días su golosa cosecha de piñones, se camufla el chotacabras pardo. Su canto parece imitar, con la fidelidad de un reproductor digital, los golpes que damos a un tronco hueco con un palo. Un camuflaje altamente eficaz para evitar a los curiosos. Tan solo en la noche comete el error de apostarse en el negro de las carreteras para capturar a los insectos que se acercan al calor del asfalto. A veces se convierte en una triste trampa mortal. Se parece mucho a su primo el chotacabras gris, pero el cogote rojizo y el canto ayudan a diferenciarlos. Algunas parejas se entretienen estos días en atender a una segunda nidada antes de que llegue el final de septiembre o un octubre benigno para retomar la migración hacia África.

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