Bogotá modera el tono y pide a Caracas una reunión urgente

El Gobierno de Bogotá lleva días reaccionando con ira a las declaraciones del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, sobre su intención de reunirse con los líderes guerrilleros colombianos. El presidente de Colombia, Andrés Pastrana, había dirigido un mensaje claro a Caracas: "Es con cooperación respetuosa, y no con intromisiones indebidas, como se preserva la amistad entre las naciones".Su ministro de Relaciones Exteriores, Guillermo Fernández de Soto, rebajó ayer el tono de la disputa y aseguró que Bogotá "coincide con el Gobierno de Venezuela en la necesidad de una metodología bilateral positiva para dirimir las naturales diferencias que se presentan entre dos países vecinos". Fernández aceptó también lo sugerido el lunes en un comunicado por Caracas: la convocatoria urgente de una reunión para resolver estas diferencias por vías diplomáticas, "y no en los medios de comunicación".

Mientras tanto, Carlos Castaño, jefe de los paramilitares colombianos de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU), reconoció que sus hombres perpetraron la matanza en la que el pasado fin de semana murieron al menos 40 campesinos del municipio de Tibú, en la frontera de Colombia con Venezuela. Una de cal y otra de arena, porque, seguidamente, Castaño insistió en la necesidad de parar la guerra, "o si no, el país se desangra". El dirigente paramilitar se mostró dispuesto, en una conversación telefónica con la emisora Radionet, a reunirse con los líderes guerrilleros, y volvió a negar que su organización esté detrás del asesinato, el 13 de agosto, del humorista y periodista Jaime Garzón. Castaño ha negado en varias ocasiones que ordenara la acción, aunque algunos de sus subordinados reivindicaron la acción y el propio Garzón había confesado que había recibido amenazas de las ACCU.