Ankara finaliza el rescate de los supervivientes para que las excavadoras retiren los cadáveres
Estambul y el noroeste industrial de Turquía volvieron a temblar ayer con nuevas réplicas del terremoto que el martes devastó esa región, dejando más de 12.000 muertos, 35.000 desaparecidos, 42.000 heridos y a más de 200.000 personas sin techo. Mientras el pánico impide que los damnificados se atrevan a regresar a las casas que siguen en pie, Ankara ha dado ya por terminada la misión de los equipos internacionales de rescate de supervivientes sepultados. La prioridad de Ankara son ahora los posibles focos de epidemias provocados por los cadáveres que se descomponen bajo el calor entre montañas de escombros.
Se abandona la esperanza de salvar a unos pocos para proteger a los vivos de un desastre aún mayor. El paisaje de desolación y abandono que enmarcó las primeras 72 horas de la catástrofe ha comenzado a cambiar en Turquía. Miles de tiendas de campaña del Creciente Rojo turco, equivalente a la Cruz Roja en los países islámicos, se alineaban ayer ordenadamente en los parques del paseo marítimo de Yaloba (un centro turístico con una población permanente de 80.000 habitantes). En los campamentos comienzan a verse ya algunos retretes y duchas portátiles. A falta de desinfectante, los empleados municipales echan cal viva en calles y plazas, donde las palas excavadoras retiran los escombros de los edificios arrasados por el movimiento sísmico. "Nos encontramos bien, dentro de lo que cabe", explicaba el carpintero Ihsan Bala, de 51 años, acampado ayer junto con su mujer y sus siete hijos, "pero tenemos miedo de las enfermedades". Bala explicaba que un médico ha visitado a los miembros de su familia, aunque ninguno de ellos ha sido vacunado hasta ahora.
Fosas comunes
Los cadáveres recuperados de entre las ruinas son inmediatamente inhumados, a veces en fosas comunes recubiertas con cal viva, y sin apenas ceremonias religiosas. Grupos de voluntarios se ocupan de que los cuerpos queden escrupulosamente orientados hacia La Meca, aunque no hayan podido ser identificados. Algunos equipos de rescate internacionales se quejaban ayer de que las autoridades turcas les están impidiendo terminar su trabajo de búsqueda de supervivientes, cuando aún pueden quedar posibilidades de encontrar alguno entre las ruinas.Desde su base en el centro de crisis de Yaloba, instalado en el estadio de fútbol, los bomberos de la Generalitat de Cataluña que han actuado en la zona embarcaron ayer hacia Estambul para regresar hoy a Barcelona. El centro de emergencia estaba siendo desmontado poco a poco. Allí mismo, un responsable del equipo de Asistencia y Coordinación de Catástrofes de la ONU (Undac, en sus siglas inglesas) repasaba ayer las cifras de víctimas junto con un oficial del Ejército turco. "El número de muertos puede elevarse hasta 45.000, una vez sean recuperados los cadáveres de los desaparecidos bajo los escombros", aseguró. Naciones Unidas también calcula que más de 200.000 personas han perdido sus casas en el siniestro, que ha afectado a una zona con más de 20 millones de habitantes. Támbién se ha visto afectada de gran manera la economía turca. Según datos oficiales, "el coste de los daños causados por el incendio de la refinería de Izmit es de 200 millones de dólares (3.100 millones de pesetas".
En un aparente gesto de recuperación de la normalidad, algunos bancos volvieron a abrir ayer sus oficinas en Yalova, dotadas de generadores de electricidad autónomos y conectadas por teléfono vía satélite con el ordenador central de la entidad. Tras unas someras comprobaciones, los clientes podían retirar fondos para atender los gastos de sus familias aunque hubiesen perdido los documentos de identidad en el siniestro. Entre tanto, cinco personas han sido detenidas en Sakarya, una de las provincias más afectadas por el terremoto, acusadas de saquear comercios, según informó ayer la agencia oficial de noticias turca Anatolia. Se trata del único caso de pillaje registrado. El fuerte despliegue del Ejército y la rápida distribución de comida y agua parecen haber impedido que grupos de supervivientes desesperados se hayan lanzado a saquear las tiendas. Este enviado especial ha podido comprobar que joyerías y establecimientos de electrónica seguían intactos a pesar de que las lunas de sus escaparates se habían quebrado tras la sacudida sísmica del martes. En el otro extremo del país, el observatorio sismológico de Diyarbakir (sureste de Turquía), registró un temblor con una magnitud de cuatro puntos en la escala de Richter. El epicentro se localizó en la región oriental de Elazig, sin que Ankara informara de daños personales o materiales.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.