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EL MAYOR INCENDIO FORESTAL DEL AÑO

Más pesadillas que sueño junto a las colchonetas

Centenares de evacuados por el incendio del monte Abantos pasaron la noche sin dormir en un polideportivo y no volvieron a su casa hasta el mediodía

Insomnio en una noche demasiado larga. La mayoría de los evacuados, que llegaron de un cámping y tres urbanizaciones cercados por el incendio, no lograron pegar ojo sobre las colchonetas dispuestas a última hora del viernes en el polideportivo El Zaburdón, en San Lorenzo, que les sirvió de refugio. Preferían contemplar desde la calle una pesadilla roja y espectacular: el fuego que devoraba el monte Abantos. Hasta ayer a mediodía, no pudieron regresar a sus domicilios.Los propietarios de chalés eran los más inquietos entre los centenares de personas evacuadas. Cruz Roja y Protección Civil transformaron el pabellón cubierto en un gigantesco albergue. Un millar de colchonetas alfombraba la pista, pero los candidatos al descanso eran minoría. "Esto es muy triste", se lamentaba José Manuel Sánchez, vecino de San Lorenzo desde hace 30 años. "No entiendo cómo se ha tardado tanto en salir a apagar un incendio que ha ocurrido a 50 metros del pueblo", se quejaba.

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Eugenia Alba y su familia fueron desalojados a las once de la noche del viernes de su chalé en la urbanización Felipe II. "Nos echaron a la carrera, sin tiempo para reaccionar. Me voy a morir de frío, no he podido ni coger un jersey", decía Eugenia. Una amiga suya, Patricia, estaba aún más asustada: "Nos han dicho que el fuego estaba muy cerca de casa. Mis padres están muy nerviosos. Yo espero que no arda nada, porque algunas de las ramas casi dan a mi ventana".

Hacia las tres de la madrugada se confirmó que el fuego había rozado algunas casas de la urbanización de La Pizarra. El fuego seguía dando latigazos y la angustia crecía entre los vecinos, que se preguntaban si sería la suya una de las casas mordidas por las llamas: "Espero que nos dejen subir pronto para ver de verdad si el fuego ha estado muy próximo", afirmaba Ernesto. Le rodeaban otros vecinos que, como él, abandonaron a toda prisa sus casas en la urbanización del Monte Escorial. Varias mujeres residentes en La Pizarra mostraban su indignación. Una de ellas comentaba que a las ocho de la noche del viernes oían como se decía en televisión que el fuego estaba en el Valle de los Caídos. "Sin embargo, nosotros veíamos las llamas a 200 metros de casa sin que nadie nos protegiera y temiendo que el viento las hiciera avanzar aún más", afirmaba.

En otro corrillo, los evacuados se lamentaban del desastre ecológico. "A lo mejor, nuestros hijos podrán ver el monte como estaba antes; nosotros, seguro que ya nunca lo veremos igual", manifestaba con pena Roberto, de 39 años. Un anciano, miraba hacia a las llamas y decía: "No sé qué pasará con los corzos y las águilas reales que anidaban en el valle. Yo recuerdo haber visto a veces cómo parían los corzos en toda la zona que ahora arde". Gran parte de las personas que pasaron la vigilia en el polideportivo provenían de un cámping. Luis Andrés y Tania, ambos de 19 años, montaron la tienda a las tres de la tarde del viernes y la desmontaron a toda prisa cuatro horas después. "Para un fin de semana que venimos al monte, se nos quema", se lamentaba Luis, que aseguraba haber presenciado un poco de precipitación en el desalojo del cámping. Esther, de 19 años, no tuvo tiempo de disfrutar de las maravillosas vistas de la sierra del Guadarrama: "Ha sido llegar y casi salir, veníamos a pasar un gran fin de semana y nos hemos encontrado toda esta tragedia". Medio centenar de turistas alojados en el cámping pasaron la noche entre sonrisas en el polideportivo. No parecían muy afectados por lo ocurrido: "Empezamos a ver el fuego lejos, luego se acercó, pero nunca pensé que nos echarían. Yo he visto otros incendios en mi país, y éste no parecía muy grande", decía el neozelandés Frederic. Él y otros muchos estaban encantados con el trato que les dispensaban los voluntarios de Protección Civil y la Cruz Roja.

Críticas al desalojo

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Una gran parte de los evacuados del cámping censuró la falta de organización en el desalojo. Raquel Cabello, de 23 años, era de las más enfadadas: "El descontrol ha sido tremendo. Estábamos viendo un fuego grande y nadie nos avisó de la evacuación. Pasadas las diez y media de la noche, nos fuimos porque preguntamos a la gente de Protección Civil que estaba por el cámping. Luego nos obligaron a meternos por un camino forestal para ir hacia Villalba. Nadie nos dio ninguna explicación".Entre las personas despiertas del polideportivo había varios empleados del hospital de El Escorial. Un enfermero se preguntaba cómo, en medio de un incendio, un hospital comarcal se había cerrado por completo sin mantener al menos el servicio de urgencias. A las seis de la mañana, sólo 10 personas dormían en el pabellón. El resto seguía en pie, contemplando el avance de las llamas por el Abantos. Al clarear, renació la esperanza: las tareas de extinción podían retomarse. La pesadilla de los evacuados duró hasta mediodía: entonces pudieron volver a sus casas a pesar de que el monte aún ardía.

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