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FESTIVAL DE ALTEA

Delicatessen musicales junto al mar

Ya en los albores de un nuevo siglo no resulta arriesgado aventurar cuáles son las estéticas musicales que van a mostrarse en los próximos tiempos. Aparte de la labor de criba que efectúa la historia con las obras musicales, la tan manoseada posmodernidad, asumida como coartada intelectual por tantos, si bien ha propiciado en ocasiones la banalización de tantas propuestas rigurosas en su día, también es cierto al poner el arte en horizontal ha permitido bucear con más criterio que nunca en la historia y atender a las culturas musicales de toda la geografía. Para aquellos que no padecen sordera cultural selectiva, tal circunstancia amplía el pensamiento musical y contribuye a la elaboración de productos del mestizaje muy enriquecedores. El criterio de programación que se ha marcado el festival de Altea Nits a la Mediterrània, que concluyó anoche, podría representar un paralelo de este estado de cosas. Como señala su director, el percusionista Josep Vicent, se trataba de hacer convivir la música universal, la íntima, la tradición y el futuro. Durante estos días se han sucedido conciertos de lo más variado entre los que destaca el del ensemble al cual el festival ha dado nombre Ensemble Nits a la Mediterranea a cuya cabeza figura el propio director artístico del festival, Josep Vicent, que ha diseñado un espectáculo, Tambors del Mon, auténtico sincretismo entre las técnicas más contemporáneas y tradiciones que van de Africa al flamenco, de Australia a América o de la India a la vanguardia europea. Conciertos insólitos También se han puesto en pie otros insólitos conciertos, como la obra vocal de Karlheinz Stockhausen, Simmung, a cargo del grupo de cámara catalán Musica Reservata, o el maratoniano concierto de Carles Santos con su obra Codi o Estigma? Y, puestos a seleccionar las delicatessen -como describe su programador estos conciertos-, también se ha incluido un espléndido homenaje a un compositor y bandeonista universal, Astor Piazzola, de la mano del pianista Horacio Icasto; un paseo entre el jazz y la música barroca que viene realizando el grupo Vesperale o la visión más inédita de la música cubana interpretada por el quinteto de cuerda Diapasón. La recta final del festival ha incluido el trabajo riguroso de la Capella de Ministrers con el Cant de la Sibil.la y su cierre a cargo de la bailaora flamenca Sara Baras, cuyo virtuosismo y atractivo cautivan a la afición. La ubicación de la mayoría de conciertos en la restaurada Villa Gadea, desde donde se domina la bahía de Altea, ha incrementado el éxito del festival manteniendo una alta asistencia de público en todos sus conciertos. Pero llama especialmente la atención esta singular manera de presentar la música que se avecina en forma de pequeñas delicias extraídas de todos los géneros, ámbitos y épocas sin perder la sensación de unidad.

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