ABECEDARIO ANDALUZ Rasgos
A. R. ALMODÓVAR Otros muchos fenómenos del habla andaluza se pueden agrupar bajo este epígrafe. En conjunto o por separado, y en distintas combinaciones con los rasgos principales (aspiración, seseo, ceceo, shesheo, vocales abiertas, yeísmo...) otorgan al andaluz su fisonomía inconfundible, a la vez que escurridiza. "Esa va pa carmona", se dice en Sevilla de las tormentas cuando ya van pasando. Y no es que se dirijan al bello pueblo donde murió Julián Besteiro, encarcelado por la horda fascista, sino que van "para calmona", es decir, hacia la calma. Pero no hay que temerle a esta confusión de l final de sílaba por r, la que produce arcarde, porvo o arbóndiga, pues la propia conciencia de los hablantes sabe cómo reponer la l etimológica cuando hace falta. Quizá por un largo aprendizaje de la escuela ("Niño: sordao, barcón, y mardita sea tu arma se escribe con ele. ¡Ele ahí!"), o porque se trata de uno de esos fenómenos que ocultan una vieja sabiduría latente, especie de competencia dormida en los repliegues más hondos de la memoria idiomática. En último extremo, siempre está el contexto de la frase para aclarar. A nadie se le ocurre que ¡Arma mía! pueda ser algo más que un desahogo del alma (salvo, quizá, en el caso del ex alcalde de Estepona, el hijo de Jesús Gil, cuando se negaba a devolver el revólver que se había comprado con dinero público). Sólo falta aclarar que es un rasgo coloquial, o semivulgar, de todo el español, y que el trueque de sonidos es a veces en sentido contrario: galganta, velde. (Esto se llama lambdacismo.) La caída de consonantes sonoras intervocálicas da origen a los participios comprao, venío, sío..., tampoco exclusivos del andaluz, y fácilmente reconstruibles en el habla más enfática, o culta; además da có (codo) o ehpá, espada. ("Se me clavan tus ojos como una"hpá", canta la Lole.) Ayer vimos cómo de cogujada se llega a cujá, como si esta simpática ave de la moñita fuera perdiendo sílabas en su correteo. El que hemos llamado "superfonema del andaluz", es decir, la aspirada, reaparece también en sustitución de otras consonantes en final de sílaba: piehna, amahla (pierna, amarla), pahto (pacto)... Pero otras desaparecen en final de palabra sin dejar ni rastro: má, só, sá (mar, sol sal), que la frase se encargará de aclarar, como de costumbre. Los andaluces, por lo común, somos muy conscientes de los límites a los que puede llevar la acumulación de estos rasgos en la cadena hablada, incluso sin necesidad de haber ido a la escuela. Con cautela humorística, y como una especie de desafío al forastero, todavía se oye: ¿A que no sabe usted lo que significa "mah frío qu"una-hpáh-núa?" (más frío que una espada desnuda). Una base más para el afianzamiento del andaluz culto, esta autocrítica incorporada.
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