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Reportaje:

Las 24 horas de un comparsero

Dedicar casi las 24 horas del día a las fiestas puede parecer una exageración, sin embargo, algunos bilbaínos no dudan en explotar su cuerpo en estas nueve jornadas de la Aste Nagusia. A sus 49 años, Fifo es comparsero desde hace 20. Parte de sus vacaciones las dedica en cuerpo y alma a la celebración festiva, a pesar de que durante el resto del año su trabajo se desarrolla en una empresa industrial. Ayer hizo su último turno de limpieza en la txosna Txomin Barullo y hoy comenzará a disfrutar las fiestas como un bilbaíno más, sin desligarse, por supuesto, de las labores propias de estas tabernas provisionales. Hasta hoy apenas a dormido cinco horas al día. Cuando a las 6.30 unos regresan a casa después de una noche de farra, Fifo se levanta para estar media hora más tarde recogiendo los restos del jolgorio. No es la mejor de las tareas, aunque sí la más necesaria: nadie se come a gusto un bocadillo y se bebe un zurito rodeado de desperdicios. Seis horas dedican él y otros cinco compañeros a dejar la txosna como la cocina de casa. A la una del mediodía, y después de haber esquivado a los que aún no se han cansado de empinar el codo, nadie diría que miles de personas, hace tan sólo unas horas, abarrotaban el local. "Lo que más me gusta de estas fiestas es el ambiente variopinto, es una mezcla de todo. Resulta divertido aunque, a veces, también es duro. A primera hora de la mañana hay mucha gente, algunos bastante cargados de alcohol y cuando estamos limpiando vienen a pedirnos más kalimotxo. Pero bueno, ya sabes, con buen humor, los toreas como puedes", comenta Fifo. Cuando acaba su turno, Fifo cambia el chip. A partir de este momento, con el programa en mano, selecciona las actividades que más le apetezcan y las alterna con las comidas junto a su grupo de fiestas. "En la Semana Grande tampoco te lo montas muy de cuadrilla como el resto del año. En fiestas el abanico es más amplio, diversificas más. Te encuentras con gente de tu cuadrilla habitual, te saludas y cada uno va con un grupo diferente: su grupo de fiestas". Aún queda mucho día por delante y, después de una larga sobremesa, Fifo se dirige con su comparsa a la plaza de toros. El espectáculo taurino es otro de los platos fuertes de estos días. Hacia las siete de la tarde hace un pequeño descanso para ir a casa a darse una ducha y prepararse para la salida nocturna. Tras 20 años inmerso en el ambiente festivo de la Aste Nagusia Fifo no parece estar cansado, pero considera que las nuevas generaciones son las que deben dar un nuevo impulso a esta celebración, que acoge cada año a un mayor número de visitantes. "En principio me dedicaré a esto hasta que el cuerpo aguante, porque es una maravilla. La juventud participa en la fiesta pero no en su organización. Ellos son los que tienen que poner en marcha otras inciativas", afirma. El "efecto Guggenheim" Guiris con litronas, punkis acompañados de perros vagabundos, adolescentes con katxis, mazas de fuego, globos con formas de colores, pulseras de hilo y tenderetes de todas clases acompañan el ambiente multitudinario de las txosnas. Y es que el efecto Gugenheim no ha pasado desapercibido en esta gran fiesta. "Se ha notado mucho, sobre todo en el último año, y fundamentalmente en el Casco Viejo. La prueba es que antes saludabas al 50% de la gente con la que te cruzabas y ahora no llega ni al 10%", explica Fifo. Este comparsero se muestra satisfecho de que estos días favorezcan el que se produzca un auténtico mestizaje cultural en Bilbao. "Es una cosa maja que venga gente de fuera, porque le da otro tipo de vitalidad a los festejos. Satisface ver cómo les gusta esto y te da la sensación de que en algo se acierta". A Fifo le gustaría que la fama del botxo no dependa exclusivamente de la obra de Frank Gehry, sino que los atractivos de la villa se vayan ampliando y diversificando. Quizá la Aste Nagusia bilbaína pase pronto a formar parte de las recomendaciones de la guías turísticas. "Es muy importante la impresión que se lleva la gente de fuera de Euskadi, donde todo se mira con lupa. En otros sitios puede haber un pequeño coladero, pero aquí cualquier cosa se multiplica por cuatro. Por eso hay que ser cuidadoso", insiste. Quedan por delante tres días para que todos los que estén en la ciudad y lo deseen participen en las celebraciones. La última Aste Nagusia del siglo está llegando a su fin para muchos. En el caso de Fifo casi acaba de empezar. Este comparsero de toda la vida señala: "Cuando viajamos a todos nos gusta que nos traten bien y por eso el mejor ejemplo es hacerlo tú aquí. La gente que yo conozco, y yo por mi parte, intentamos no dar ninguna mala contestación a nadie". Y es que las fiestas están para divertirse, y nada más.

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