Lucha contra el fuego
LOS INCENDIOS forestales de Valencia y Andalucía han irrumpido en un verano que parecía escapar a esta triste y periódica desolación. La primera lección que debe sacarse de estos nuevos episodios de destrucción es que nadie ha de caer en la tentación política de presumir que ha vencido al fuego. Eso ha pasado en la Generalitat valenciana. La humedad de los últimos veranos permitió pasar unos estíos tranquilos y el Gobierno autonómico se apresuró a atribuirse el éxito. Dos días antes de que se iniciara el incendio de Enguera, la Generalitat valenciana organizaba una excursión periodística para mostrar su revolucionaria política contraincendios. Ha bastado un verano seco para que regresara el fuego con toda la devastación que arrastra. Ahora, con toda lógica, quienes presumían de haberlo expulsado tendrían que responsabilizarse de todo lo contrario.Obviamente, la lucha contra el fuego no es fácil, y menos todavía cuando muchos incendios son provocados por pirómanos, imprudentes o especuladores. Tantos años de incendios forestales permiten, sin embargo, tener algunas ideas claras. Por ejemplo, que es básico contar con un operativo diligente para apagar los focos cuando nacen -una buena red de vigilancia forestal, capilaridad de pequeños cuarteles de bomberos, etcétera-. Advertir su inicio a tiempo y llegar pronto resulta muchas veces decisivo. Cuando el fuego prende, la batalla contra él siempre pasa factura. Es indudable que la presión urbanística en los parajes boscosos y el declive de la agricultura aumentan los riesgos. Los bosques -sean parques naturales o privados- han de cultivarse. De ahí la importancia de una servicultura sensata y de empezar a considerar al agricultor no sólo como un productor del sector primario, sino como un imprescindible jardinero del paisaje.
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