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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Para ganar la paz en los Balcanes

LA COMUNIDAD internacional ganó la guerra, pero aún puede perder la paz en Kosovo. Los inexplicables retrasos en el despliegue de una fuerza policial internacional y en la provisión de fondos para la creación de una administración civil han creado un vacío de autoridad que han aprovechado los elementos más radicales del Ejército de Liberación de Kosovo para hacerse con un poder y una capacidad de control, represión y rapiña absolutamente intolerables. La administración interina de Kosovo de las Naciones Unidas, dirigida por el francés Bernard Kouchner, dictó el sábado nuevas normas para combatir la creciente violencia por parte de estos albano-kosovares que intentan consumar la limpieza étnica a la inversa, con los serbios y los gitanos como víctimas principales.Por eso son necesarias medidas policiales que impidan la imposición de los violentos, en muchos casos simples bandas de delincuentes surgidas al amparo de la guerra o llegadas desde Albania. Pero además, las autoridades internacionales tienen que dejar meridianamente claro a los dirigentes del ELK, y a su jefe, Hashim Thaci, en primer lugar, que no se seguirá tolerando un doble lenguaje en el que sus solemnes promesas de colaboración son desmentidas sistemáticamente por los hechos. No se puede esperar mucha moderación de los albaneses que han regresado y encontrado sus casas destruidas y los cuerpos de muchos de sus familiares y amigos descompuestos en los campos o en fosas comunes. Pero sus líderes tienen la obligación de evitar que su ira y su odio causen una nueva tragedia, ahora contra la población civil serbia.

Casi el 90% de la minoría serbia en Kosovo ha abandonado la provincia. De su vuelta en algún momento en el que la seguridad haya sido restaurada dependerá en gran parte el éxito de una operación cuyo fin último es lograr un sistema de seguridad y estabilidad en toda la región balcánica que fomente la prosperidad, reduzca el papel de las fronteras y vuelva a hacer posible una convivencia entre todos los pueblos de la región. No es imposible, pero la comunidad internacional parece pensar que, pasada la guerra, tampoco es excesivamente urgente.

La otra condición para que los Balcanes entren en una nueva fase histórica es la caída del régimen de Belgrado. Hay indicios de que Milosevic se prepara para una resistencia encarnizada. La oposición ha convocado una movilización conjunta para el jueves día 19, superando las divisiones internas que tanto juego le han dado a Milosevic durante toda la década. El anuncio público del ex jefe del Estado Mayor del Ejército Moncilo Perisic de que se une con su nuevo partido a los actos de protesta demuestra que el sistema de lealtades y chantajes en torno al presidente se debilita rápidamente. Así debe entenderse también la reestructuración del Gobierno federal que dirige el más obediente servidor de Milosevic, Momir Bulatovic. La inclusión de miembros del Partido Radical del fascista Vojislav Seselj sólo puede interpretarse como una medida para integrar a las fuerzas que habrán de defender al régimen contra una ofensiva popular que previsiblemente se intensificará en los próximos meses.

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Significativamente, Milosevic ha formado el nuevo Gobierno sin consultar siquiera a la República de Montenegro. Las relaciones entre Belgrado y Podgorica parecen definitivamente rotas. Por eso habrá que prestar especial atención a las posibles medidas contra Montenegro que pueda tomar este nuevo Gobierno. Lograr el respeto al pluralismo en Kosovo y apoyar la lucha de los serbios y montenegrinos adversarios del régimen de Milosevic deberían ser ahora los ejes de la actitud de la comunidad internacional respecto a los Balcanes.

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