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tribuna
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Bernie Sanders: el trumpismo puede y debe ser derrotado

El propósito de nuestra lucha es proteger la democracia y el Estado de derecho, acabar con la oligarquía y crear una economía que sirva a todos y no a unos pocos

Manifestación contra Donald Trump, el 19 de febrero en Washington.
Manifestación contra Donald Trump, el 19 de febrero en Washington.Nathan Howard (REUTERS)

Este fin de semana he participado en dos reuniones ciudadanas: el viernes por la noche en Omaha, Nebraska, y el sábado por la mañana en Iowa City, Iowa. Además, en las próximas semanas y los próximos meses, diversos políticos progresistas, entre los que me incluyo, celebraremos actos con las comunidades de todo el país.

¿Por qué nos dedicamos a organizar encuentros ciudadanos en este momento, especialmente en zonas conservadoras? La respuesta es evidente.

El trumpismo no caerá derrotado por los políticos de Washington. Solo lo derrotarán millones de estadounidenses unidos que, en todos los estados de EE UU, formen un potente movimiento popular que diga no a la oligarquía, no al autoritarismo, no a la cleptocracia, no a los grandes recortes en programas absolutamente necesarios para la gente trabajadora, no a las enormes exenciones fiscales para las personas más ricas de nuestro país. Y para eso sirven estas reuniones.

Además, hay una serie de circunscripciones electorales en las que los republicanos ganaron por muy pequeño margen. Dado que la mayoría del Partido Republicano en la Cámara de Representantes no es más que de tres votos, es posible impedir que se aprueben leyes que atacan cruelmente a la clase obrera solo con que dos de sus congresistas voten no. Y votarán no si conseguimos que sus electores se lo exijan.

¿Se puede derrotar al trumpismo? ¡Por supuesto que sí! Ahora bien, para lograrlo hace falta saber exactamente a qué nos enfrentamos y cuál es la mejor manera de avanzar. He aquí una pequeña parte de lo que necesitamos saber:

El trumpismo dispone de una cantidad ilimitada de dinero para financiar sus actividades. Elon Musk, el hombre más rico del mundo, invirtió más de 270 millones de dólares —una minúscula porción de su fortuna— en la campaña electoral de Trump. Y hay otros multimillonarios dispuestos a colaborar con Musk en lo que sea necesario.

El trumpismo controla una gran parte de los medios de comunicación a través de los que se informan millones de estadounidenses. Por ejemplo, Fox y la plataforma X de Musk, entre otros, no son medios de comunicación normales. Su función básica no es transmitir las “noticias”, sino propagar una ideología de extrema derecha.

El trumpismo está recurriendo al concepto de la “gran mentira” como no lo habíamos visto jamás en este país. Todos los días difunde y repite sin cesar declaraciones descaradamente falsas y teorías de la conspiración.

El trumpismo no cree en la democracia ni en el Estado de derecho. Hace unos días, Trump publicó en redes sociales: “Quien salva a su país no viola ninguna ley”. Es decir, Trump cree que puede hacer todo lo que quiera, sea por el motivo que sea. Puede despreciar al Congreso y a los tribunales de justicia. Está por encima de la ley.

Sin embargo, mientras Trump consolida y acapara el poder, hay otra realidad cada vez más evidente.

El 60% de los estadounidenses vive al día; millones de personas ganan un salario de miseria; 85 millones no tienen seguro de salud o tienen un seguro que se queda corto; los jóvenes no pueden pagar lo que cuesta la universidad; el 25% de las personas mayores vive con unos ingresos de 15.000 dólares al año o menos; tenemos una de las mayores tasas de pobreza infantil de los grandes países y una grave escasez de vivienda asequible para las personas de bajos ingresos.

Y, por cierto, estamos perdiendo la lucha contra la crisis climática, una amenaza existencial para el futuro del planeta.

Para colmo, al mismo tiempo que Trump nos está alejando de la democracia, mientras continúa el declive de la clase media, las personas más ricas del país están mejor que nunca. Actualmente, la riqueza de los tres mayores oligarcas, Elon Musk, Jeff Bezos y Mark Zuckerberg, asciende a 905.000 millones de dólares, es decir, más de lo que tiene toda la mitad inferior de la sociedad estadounidense, 170 millones de personas. Y, por increíble que parezca, desde la elección de Trump, su patrimonio ha aumentado en 217.000 millones de dólares.

El propósito de nuestra lucha, la lucha del pueblo estadounidense, es proteger la democracia y el Estado de derecho. Es también acabar con la oligarquía y crear una economía que sirva a todos, no solo a unos pocos. Somos el país más rico del mundo y la inteligencia artificial, la robótica y otras nuevas tecnologías van a hacer que sea más rico todavía; es absurdo, injusto e inhumano que prácticamente toda esa nueva riqueza que se está creando vaya a parar a manos de quienes menos la necesitan.

A pesar de que ahora Trump este inundando todos los espacios y robando la mayor parte del oxígeno político, es importantísimo no perder de vista en ningún momento el objetivo progresista: un país y un mundo que se sustenten en la cooperación y la compasión, no en la codicia y la mentalidad de la “supervivencia del más fuerte”. Las cosas por las que estamos luchando no son “utópicas” ni inalcanzables. Muchas de ellas existen ya en otros países y todas las encuestas revelan que son exactamente lo que quieren los estadounidenses.

En el país más rico de la historia, debemos proclamar que:

La sanidad es un derecho humano y debe estar al alcance de todos, independientemente de su nivel de renta.

Todos los trabajadores de Estados Unidos tienen derecho a percibir unos ingresos dignos. Debemos aumentar el salario mínimo hasta alcanzar un sueldo que permita vivir y facilitar la afiliación de los trabajadores a los sindicatos.

Debemos tener el mejor sistema educativo público del mundo, desde la escuela infantil hasta la formación profesional y la enseñanza universitaria, y ponerlo al alcance de todos.

Debemos abordar la crisis de la vivienda y construir los millones de casas baratas y de protección social que tanto necesitamos.

Debemos crear millones de puestos de trabajo bien remunerados y, al mismo tiempo, encabezar la lucha mundial contra la amenaza existencial del cambio climático.

Debemos abolir la intolerancia en todas sus formas.

No solo debemos seguir luchando para vivir en una nación que se apoye en los principios de justicia económica, social, racial y medioambiental, sino que también debemos estar en primera línea de la batalla contra la agenda legislativa reaccionaria de Trump.

Los republicanos del Congreso han presentado un gran proyecto de ley de presupuestos que consagra el sistema de valores de la codicia y su obediencia a la oligarquía. Es la esencia económica del trumpismo.

Ahora que hay una desigualdad de rentas y riqueza sin precedentes, esta ley ahorrará miles de millones de dólares en exenciones fiscales a los multimillonarios y hará que los ricos sean todavía más ricos. Ahora que la clase trabajadora de este país tiene dificultades para comprar comida y pagar la vivienda, esta ley recortará de forma brutal el dinero destinado a Medicaid, vivienda, nutrición, educación y otras necesidades básicas. Hará que los pobres sean todavía más pobres.

No podemos permitirlo. Esta es una ley enormemente impopular. Es precisamente lo que el pueblo estadounidense no quiere. El Congreso no debe aprobarla.

Hay que rechazarla y es posible hacerlo.

Vivimos en un momento peligroso de la historia de Estados Unidos. Avancemos juntos.

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