Un gran toro y un gran torero
De don Antonio Cañero, que debía tener sobra de valor, decían los cronistas contemporáneos que era un sportman. De João Moura, lo único que se puede decir es que se trata de un torero, de un gran torero. Un torero necesita un toro, y lo tuvo. Por encima de los 600 kilos y con un motor adecuado a tal romana. Hubo nobleza, bravura y galope para hacer una ganadería. A tal señor, Moura correspondió con todo honor. Toreó de salida desde y con el caballo, luciendo en los rejones de castigo y su labor estuvo presidida por el temple y la sobriedad.Las demás reses de Bohórquez también sacaron bravura ejemplar, quizá demasiado para lo que se estila y algunas, cosa extraña en este tipo de función, estuvieron por encima del rejoneador que les tocó en el sorteo. Así ocurrió con las dos siguientes. Si lo bueno debe ser breve, lo malo es mejor que también lo sea. Breve estuvo Fermín Bohórquez afortunadamente, vociferante y atropellado. Don Luis Domecq se aburrió y nos aburrió. Colocó rejones traseros, no midió las distancias y, cuando parecía que mejoraba el nivel con las farpas, se dejó trompicar de mala manera. Antonio Domecq dio una lección de doma, sólo que lo hacía cuando estaba a distancia del toro, aprovechando para que los caballos se arrodillaran de manos, se subieran al estribo, y lucieran múltiples habilidades circenses.
Bohórquez / Seis rejoneadores
Seis toros de Fermín Bohórquez, discretamente afeitados para rejones, todos bravos y excepcional el 1º. Joao Moura: vuelta al ruedo. Fermín Bohórquez: oreja. Luis Domecq: saludos. Antonio Domecq: oreja. Martín González Porras: oreja. Andy Cartagena: dos orejas.Plaza de La Malagueta, 15 de agosto. Primera de feria. Más de media entrada.
González Porras nos obsequió con un rejoneo eléctrico, siempre con el velocímetro a tope, distribuyendo los diversos hierros a lo largo y ancho de la res, de tal forma que a veces ofrecía bonitos dibujos equidistantes de la yema. Andy Cartagena apostó por la espectacularidad y el violín, todo muy a gusto del público, al que toreó mejor que a su enemigo natural.
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