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LAS VENTAS

Antonio Barea, cogido de pronóstico reservado

Antonio Barea había intervenido en su turno de quites, en el segundo novillo, unas gaoneras de frente girando con garbo en el remate, y había recibido a su primer novillo con dos largas cambiadas en el platillo de la plaza y unas verónicas a pies juntos templadas, salerosas. Y en el tercio de muleta, muy al principio de la faena, fue prendido por el manso y tardo de Joaquín Buendía, que le mandó al hule. Cogida de pronóstico reservado.Barea se había echado enseguida la muleta a la mano izquierda. Sufrió un desarme y se cambió de mano, y en el segundo derechazo, ajustado, fue empitonado por el burel, que lo campaneó, lo dejó tendido en la arena, en donde de nuevo volvió a prenderlo. Se lo llevaron a la enfermería y Víctor de la Serna despachó al novillo con una estocada y dos descabellos.

Buendía / Serna, Robleño, Barea Novillos de Joaquín Buendía, en general bien presentados, de juego irregular; 4º, devuelto por inválido; sobrero, de Alejandro Vázquez, manso

Víctor de la Serna: silencio; silencio; ovación. Antonio Barea: cogido de pronóstico reservado en el 3º. Fernado Robleño: oreja protestada; oreja; silencio; salió a hombros por la puerta grande. Plaza de Las Ventas, 13 de agosto (noche). Tres cuartos de entrada. Antonio Barea, cogido de pronóstico reservado

Dos orejas para Robleño

El triunfador de la noche y del ciclo de novilladas fue Fernando Robleño, que cortó dos orejas. A su primero lo recibió en los medios a base de una encendida larga cambiada, y después le enjaretó unos lances movidos y de cierto sabor. Intervino en quites de variado repertorio y manejó la muleta valientemente; puso ganas y decisión ante el encastadito Buendía, que tuvo movilidad.En su segundo, Robleño comenzó el trasteo muleteril de rodillas, hacia delante, empapado el novillo en la pañosa. Erguido, toreó sobre ambas manos, consiguiendo una buena serie de naturales mandones, que sería única, pues el novillo se rajó sin remisión. Tuvo recursos para adornarse y acertar con la espada. En el sexto se peleó con el manso, le buscó las vueltas y recorrió el ruedo detrás de un novillo que se fue sin rubor a chiqueros en los primeros compases de muleta. Consiguió una serie de naturales, sin ligar; era una misión casi imposible. Y le propinó una estocada, tipo bajonazo descarado, de efecto fulminante.

De la Serna se llevó un susto en su primero, al que recibió en el tercio con una larga cambiada. Se estiró a la verónica y, al rematar el primer lance, se cayó en la cara, el novillo le pasó por encima y las cuadrillas hicieron el quite oportuno. No terminó de acoplarse a la casta y movilidad de ese novillo en el último tercio, que tenía un pitón izquierdo más potable. Faltó mando y distancia adecuada. En el que estoqueó en quinto lugar, muy flojo y noble, realizó una faena aseada en la que destacó algún derechazo de buen corte y varios pases de pecho de limpia concepción. Hubo pulcritud y seriedad.

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