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Entrevista:BIBIANA MONTOYA LÓPEZ TRANSEXUAL

"El rechazo social es muy grande en la gente de despachos y altas esferas"

"Ser transexual es un calvario y un sufrimiento porque te ves algo con lo que no te encuentras. Sufrimos una enfermedad patológica y necesitamos la operación". Bibiana Montoya López, más conocida como Bibi de Almería, será de los primeros transexuales en someterse a una operación de cambio de sexo financiada íntegramente por la Junta de Andalucía.Tiene 42 años y lleva justamente ese mismo tiempo metida en un mundo interior femenino. De niño, siempre fue con niñas y siempre vistió de niña. "Tengo fotos con baberos enormes que parecen vestidos. La verdad es que nunca he llevado pantalones", apunta. El suplicio y el "asco" de tener que ver unos genitales que repudia acabará para ella, después de una intervención valorada en dos millones de pesetas que jamás habría conseguido ahorrar. La historia de su vida no es la del transexual que se hace, sino del que nace, porque a ella todo le cuadraba en femenino menos su entrepierna. Jugaba, vestía, y se comportaba como una niña. "Yo he pillado muchos palos de mis padres porque decían: ¡Júntate con niños! Pero yo no me veía con barquitos de lata y cortaba los cartones de los huevos para ponérmelos de pechos", confiesa. Bibiana Montoya es consciente de la polémica que despierta la operación, financiada con dinero público. Su argumento defensivo ante quienes condenan la actuación de la Consejería de Salud termina en un sincero y lacónico: "No soy feliz así". A la dureza del día a día en un cuerpo "extraño", ha sumado un arduo camino para sobrevivir y ganarse la vida. Dedicó 20 años de su juventud a la copla española en salas de fiestas almerienses, pero el mundo de la farándula no le dio buen resultado en una ciudad que no demanda espectáculos de este tipo. Atrás quedaron los años de emular a Juanita Reina, su ídolo, para dedicarse a la hostelería como cocinera o cualquier trabajo que se le ofreciera. Ahora, otra vez en paro, busca desesperadamente algo estable con lo que poder mantenerse ella y su madre, de 86 años. "El rechazo social es muy grande, pero no en la gente de barrio sino en la gente de despachos y altas esferas", afirma. Bibiana es toda una institución en el barrio de Pescadería y se sabe querida por sus vecinos, que la apoyan y defienden en su particular calvario. "La gente me respeta y me admira, aunque también hay gente que me odia. Algunos me han dejado de hablar. Yo no tengo la culpa de ser así", apostilla. Sus profundas convicciones religiosas -se autodenomina cristiana de evangelio y "de verdad"- le han servido de soporte espiritual para sobrellevar rechazos, insultos y etapas más duras. "Me gusta ver a Dios en los suburbios, que es donde está, no en catedrales. Por eso yo, viviendo en Pescadería, puedo llorar por un ojo", añade. A la espera de que le comuniquen el día de su operación, Bibiana Montoya recibe un tratamiento hormonal previo a la entrada en quirófano. Desde ahora y hasta el final de sus días deberá ingerir tres pastillas diarias de un frasco, que le cuesta 7.000 pesetas. "La verdad es que no sé qué pasa si dejo de tomármelas, pero sé que desde que las tomo el pecho está más duro y el vello se me ha caído por completo". Sobre la reacción que tendrá cuando despierte de la anestesia, Bibi de Almería responde con envidiable desparpajo y sin rodeos: "Pediré un espejo para vérmelo".

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El SAS tiene a 35 personas en lista de espera para las operaciones gratuitas de cambio de sexo
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