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Otra manera de vivir unas fiestas

La Semana Grande, mal que pese, no se vive como el día de San Sebastián, el 20 de enero. Quizá porque no hay santo que vele por ella, quizá porque Sarriegui descansó en agosto y se olvidó de componer una música que cobijara a los donostiarras bajo un mismo paraguas durante las fiestas. Todos los años se plantea el debate ciudadano: "La Semana Grande es de mírame y no me toques", dicen algunos. "Es un ejercicio de ñoñostiarrismo". Otros, se dan por satisfechos y no pierden un minuto en hablar de ello. El director del Centro de Atracción y Turismo (CAT), Manu Narváez, tiene respuestas para todos. Lleva dos años al frente de este organismo, conoce los entresijos de la organización de las fiestas y sabe responder con firmeza. "La crítica que se hace desde ciertos estamentos a la Semana Grande creo que no radica tanto en el programa como en la forma de vivir la fiesta", asegura. "¿Por qué un día de San Sebastián es tan especial? Porque se vive como tal". Narváez rechaza términos como el aburrimiento, convertido por algunos en el apellido de la Semana Grande. "Creo que las fiestas", dice convencido, "están consolidadas en los términos actuales y han marcado un estilo. A los hechos me remito". Si el termómetro de ambiente se sitúa en las calles, las cifras resuelven cualquier duda. La población se duplica por dos en la capital guipuzcoana durante esta semana y alcanza una media de 350.000 personas. Es el único hecho real. Lo demás es cuestión de perspectiva. La programación festiva de San Sebastián siempre ha tenido uno de su puntos fuertes en el concurso de fuegos artificiales y en el deporte nacional que le rodea: el peregrinaje hacia las heladerías. Ahí tiene su sello, aunque exista quien no haya oído hablar de ellos. En la jornada de apertura de las fiestas más de un turista se alarmó y eso que son las primeras fiestas tras la tregua de ETA. Al filo de las 22.45, los donostiarras se pusieron de acuerdo para mirar hacia la bahía. "¿Ha pasado algo?", preguntó asustado un italiano al camarero de un bar. La duda radica entonces en si los visitantes llegan a San Sebastián por inquietud festiva o pisan suelo donostiarra de casualidad. De lo que no hay duda es de que la apertura del coso de Illumbe ha atraído a un tipo muy específico de público que no frecuentó San Sebastián en años. "Para muchos", destaca el director del CAT, "ha sido la excusa para para retomar esos días de veraneo a lo donostiarra, para darse una semana de placer. Posiblemente hoy no tenga la importancia que tuvo entonces. El tiempo lo dirá. Los toros han recuperado ese público. No son muchos, pero sí cualificados económicamente". De hecho, la Semana Grande nació de la programación taurina diseñada por el alcalde José Elósegui en 1876 como complemento festivo a las estancias veraniegas de la realeza española. Luego llegó la demolición de la plaza del Chofre en los años 70 y hasta 1998 las fiestas desterraron de su programación la feria taurina. Se agudizó, eso sí, la imaginación de los programadores. Eso posibilitó, en parte, que hoy las actividades festivas se hayan expandido también del centro hacia los barrios y que la calle sea el mejor escenario para actividades como el teatro y la música. Precisamente éste es uno de los aspectos con los que Narvaez se siente más satisfecho. Pablo Milanés, Los Planetas y Sargento García actuarán durante estos días. "Tal vez no haya nombres muy comerciales, pero creo que hemos conseguido tener a grupos de calidad que se han consolidado en el panorama de la música este último año", asegura. El director del CAT, que ha dispuesto de 104 millones de presupuesto para diseñar la programación, cree que no queda mucho por hacer. "Siempre se pueden introducir novedades. Pero, en todo caso, poco puede hacer una organización por incidir en que la gente viva la fiesta de otra forma. "Aquí", insiste Narvaez, "lo que enganchan son los fuegos. Muchas veces el ambiente de juerga se suele unir al alcohol y yo no sé hasta qué punto eso es algo positivo o negativo para la fiesta", dice. Nunca llueve a gusto de todos; unos se quejan de que no pueden dormir por el ruido, otros apuran el día y la noche al máximo. De lo que no hay duda es que las calles están abarrotadas y de que aunque pocos se vistan de fiesta, la Semana Grande se vive y se disfruta, aunque sea de otra manera.

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Una tarde entre Quincena, Real y Muguruza

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