En paz
María detiene su cuerpo de sirena ondulante que parece surgido del mar, del calor, de la playa, de las palmeras, del sol que quema su cara ahora que está parada en medio de la calle de este Retorno 201 en el que vivimos ella y yo y me pregunta: "¿No has visto a Juan?", y yo no le contesto, y es que yo no he visto a Juan, ni lo quiero ver, ni quisiera que tú lo vieras porque tú amas a ése y yo te amo a ti, María, y no recuerdo cuándo empecé a amarte, pero sí recuerdo a esas mujeres que entraban a la casa cuando mamá no estaba en casa, sino en Monterrey cuidando a mi abuela y esas mujeres platicaban con papá y papá me decía: ésta es tu tía Ivette, ésta tu tía Rebeca y ésta tu tía Margarita y ésta tu tía Remedios y yo tenía muchas tías, y mi padre me decía: "No le digas a mamá que vinieron a visitarnos tus tías porque ellas no le caen bien; ni tú ni yo queremos que mamá se enoje, ¿verdad?", y yo, que quería más a mi papá que a mi mamá no le decía nada a mi mamá, como yo ahora no te digo dónde está el tipo ese masquinado y embuitangado que te trae loca, como tú me traes loco a mí y es que tú no percibes, no detectas, no observas, no reconoces, no notas ni descubres este amor salvaje que tengo por tus ojos, tu nariz, tu boca, tu cuello, tus senos, tus brazos, tus piernas, tus nalgas, tus rodillas, la planta de tus pies y el dedo meñique de la mano izquierda, la misma mano que me fracturé cuando quise detener la bicicleta del hombre barbudo de profesión cartero y que iba a atropellar al perrito callejero que yo había adoptado con leche y galletas de animalitos, animalitos que mi papá me llevaba a ver al zoológico y me decía: ahí está una jirafa, un león, un hipopótamo, un tigre, un venado, una nutria, y yo veía a los animales y caminaba con mi padre, y mi padre trabajaba de ocho a tres y yo lo esperaba a comer y jugábamos juntos hasta las siete.María detenida a la mitad del Retorno con el sol que le quema el rostro insiste: "¿No has visto a Juan?" y la historia es: ella está enamorada de Juan y yo estoy enamorado de ella y de mi está enamorada Elena y de Elena está enamorado Pedro y de Pedro está enamorada Leticia y de Leticia está enamorado Juan y yo te digo María: "Sí, yo sé dónde está Juan, fue a ver a Leticia" ...él está enamorado de ella y yo (yo) estoy enamorado de ti y tú estúpida, no te das cuenta y tienes la osadía de decirme: "Te tengo confianza Miguel somos amigos y te confieso mi más sincero secreto... estoy enamorada de Juan" y yo, perra vagunda, vaprosística, inalcantarillable, no te tengo confianza y por eso no te digo que te amo, como tampoco pude decirle jamás a mi madre de todas las visitas que en forma de tía aparecían por el sólido-escuálido-rimbombante hogar, ni te diré a ti, madre, mujer vagabunda, vapososa e inalcanzable que las tías dormían en el cuarto tuyo y de papá y que en el mismo lecho matrimonial en el que tu himen se desquebrajó besaba a todas mis tías, les besaba los ojos, la nariz, la boca, el cuello, las orejas, los senos, las nalgas, los brazos, las piernas, las rodillas, las plantas de los pies, el dedo meñique de la mano izquierda, la misma mano que se llevó al pecho cuando le dio un infarto, cuando su miocardio musculoso se partió en dos y entonces él gritó sin decir palabra y de su boca se escurrió la baba pastosa, medio seca, de la muerte que se lo llevó deprisa y nos lo dejó con los ojos abiertos, observándome a mí con mis dos mil seiscientos sesenta y seis días de edad y a una de mis tías, no recuerdo cuál, que semidesnuda, semibesada, semiacariciada chillaba al verlo y yo chillaba también y mi padre-cadáver chillaba más aún todavía él oloroso a genitales de mujer, a sudor de hembra ansiosa, el mismo sudor que tiene María y que lo quiero impregnar en mí, bien adentro, en mi bulbo raquídeo, mis conductos seminales, mi hipotálamo, mi glotis, mi leguna hurgante en ti María, que te quiere en mi alma, mi cuerpo, mi mirada, mi recuerdo, en ese recuerdo que hemos construido desde niños cuando jugábamos juntos con tu hermano y tu primo y nos escondíamos y nos buscábamos y tú siempre ganabas los juegos y ahora ganas de nuevo porque me vences, porque no puedo derrotar tu amor hacia Juan, y no te puedo derrotar a ti madre, no puedo.
En la mitad de la calle tú y yo María y llega Elena a vernos con su cuerpo de diosa afrodisiaca y te ve a ti María y me ve a mí y tú, María, le guiñas el ojo como diciendo aquí no voy a hacer mal tercio y te vas, me dejas con Elena, la que me ama y yo no amo, porque yo te amo a ti María y no por qué si ella es más bonita, tiene mejor cuerpo, más linda sonrisa, mejor carácter y no tiene celulitis, ni varices pequeñitas, ni las plantas de los pies arrugadas como tú, como las tenía mi padre justo frente a mí, desmoronado en el lecho matrimonial con mi tía semivestida que decía: "Yo no tuve que ver, no tuve que ver, no tuve que ver", y ella se abrochaba la blusa temblando, llorando y mi padre en calzoncillos sin pudicia, sin malicia, sin temor a mi tía: "Me voy, me voy, no tuve nada que ver" y ella se fue y ya era de noche y yo me quedé solo con padre cadáver y yo lo acariciaba y lo acariciaba y sentía cómo su cuerpo de caliente pasó a tibio y de tibio pasó a frío y pasé con él toda la noche en su desnudez gozosa, cuasiorgásmica, con sus ojos abiertos, con su cabello alborotado, escaso, y con las plantas arrugadas de los pies, María: Elena es mejor que tú ¿lo sabías? ¿LO SABÍAS? Pero a ti te amo desgraciada con estos diecisiete años que llevo a cuestas y a ti padre te amaré siempre con todos todos los años que yo llegue a tener en mi vida, mi vida, mi amor, mi reina, mi María preciosa, no te vayas, no me dejes solo con Elena y yo sé que Elena me quiere, que me ama con un amor bonito y tranquilo, pero no, yo te amo María y Elena me pregunta si quiero ir con ella al cine de la Viga y yo le digo: "¿Al cine de la Viga?" pero si ése es un cine pinchurriento, a veces ahí hay ratas y pulgas y chinches y piojos y solitarias y ácaros y amebas y microbios y bacterias y que nos pueden infectar de sífilis, cáncer, tifoidea, mal de Parkinson, diarrea, calvicie prematura, como la que tenía mi padre desde joven, desde que se casó y así sale en las fotos de su boda: peloncito, arregladito, de frac y toda la cosa, muy arregladito en tu ataúd, donde te echan paletadas de tierra para apagar en ti ese insoportable olor a cópula que se empieza a descomponer y a invadir la atmósfera y tus amigos me consuelan y me miman ¿y tú madre? ni me consuelas ni me mimas ¿dónde está mi madre? Está en Monterrey cuidando a tu abuela, a la vieja alcohólica con su hígado cirrótico o ¿era el suyo un hígado aburrido o un hígado carcomido por la amargura, por el deseo de manejar, dominar, manipular, controlar, destruir, y de todos los "ar" e "ir" que heredó mi madre? abuela borracha de mierda, maldita comevidas, anémona escatológica, herencia genética hecha dolor y tú madre que no regresas y no regresas y mandas una carta que dice: "Hijito querido (y que sólo faltaba rubricar con un hijito de puta) tu abuelita está muy delicada y no tiene caso ir a México al sepelio de tu padre, abandonar a mi madre puede costarle la vida" y a mí, madrecita santa, me costó la vida, me costó y la carta seguía: "Te va a cuidar tu tía Soledad" y tías van y tías vienen y sí, sí Miguel, me dice Elena, es una película que se trata sobre la vida de Miguel Ángel. Y Elena y yo partimos rumbo al cine de la Viga y vimos sendas películas y Elena pensando en mí y yo en María y María en Juan y Juan en Leticia y Leticia en Pedro y yo pensando en mi padre, viejo cojelón encantador, simpático. Cómo te quería papá.
Y termina la función y regreso a casa, luto riguroso (hace apenas tres meses que el hígado de la abuela decidió tornarse en verdugo razonable) me mira y me mira con esa mirada negra que emana de sus vestidos negros y me dice: "Tú divirtiéndote con tus amigos y yo aquí sola con mi pena, con la tristeza de lo de tu abuela" y me agarra de las muñecas con rabia, y me grita: "Nunca más me vuelvas a hacer eso" yo cuándo te puedo gritar, aeromoza de los desatinos, que no debiste haber nacido y que yo debí haber nacido de mis tías, no de ti perra y nuestras miradas se cruzan y bailan el rito de los odios. ¿Por qué estás triste? me pregunta María al siguiente día y le voy a contestar y ella sonríe y me pregunta: "¿No has visto a Juan?" y no, no lo he visto María, pero veme a mí que te necesito más que nunca ¿para qué hombre? Te necesito María ¿no lo ves María? y ella de nuevo: "¿No has visto a Juan?" y no mil veces no, no lo he visto ¿y qué tú no ves María cómo me desbarato? Papá me desbarato, me hago como de terroncitos y María en su cuerpo de sirena ondulante me dice: "Hoy estás muy bruto Miguel" y se retira y no te vayas María, déjame en paz, por favor... ¿de qué lloras? estás loco o te has de haber emborrachado... payaso... estoy podrido madre mía ¿adónde huyo? ¿adónde? y salgo corriendo por la calle y corro y corro y Elena me observa desde una ventana de su casa y sale a la calle y me detiene y me mira, yo me desbarato pero ella me mira y ni dice nada, sólo me mira y voy a estallar y Elena me mira y me dice: "Ven, vamos a mi casa, estoy cenando sola" ¿padres? en el teatro y mis hermanos ya se durmieron y entré en su casa y lloro y ella me abraza y me dice no llores y yo me deposito en ella y siento su aliento, su viento, subiendo mi nuca en forma de beso y aquí te olvido María, ya no te amo María, madre ya no eres mía María, ya no te necesito madre y te descubro hoy Elena y ella me lleva a la cocina y me sirve un vaso con leche y me acaricia y me besa y ella me dice: ven y subimos la escalera y entramos a su cuarto y Elena cierra la puerta con llave y con llave cierra el mundo y me acuesta en su lecho, en su desnudez a oscuras, en su amor y se escuchan ruidos de auto y las voces de mamá y papá de Elena y yo me sobresalto y digo: "Me voy, me voy" y ella me aprisiona con sus tentáculos suaves y me dice: "Shhh, no te vayas mi amor"... mi amor... MI AMOR... la noche... Elena... los besos... Elena... yo dentro de Elena, y Elena y yo abrazados, apretujados, estrechados y mi piel huele a genitales de mujer, y mi piel huele a amor de verdad... padre... la quiero... te quiero, te quiero mucho... Ya no se escuchan más ruidos en la casa. Está oscuro y en la cama de Elena repetimos vez con vez el juego eterno de lo masculino-femenino. Elena sonríe y me besa en la frente y yo le sonrío y le beso en la barbilla y ella se duerme con un dormir que todo lo duerme y yo lloro quedo por culpa de esa inmensa tristeza que nos provoca la alegría y esta noche estamos en paz... todos... en paz.
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