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Una bilbainada en San Sebastián

Un acto de amistad entre Bilbao y San Sebastián se supera con buen humor y sin ningún tipo de traumas. Los donostiarras cedieron ayer el protagonismo del inicio de sus fiestas a sus vecinos vizcaínos permitiendo, incluso, que una pequeña reproducción de Marijaia luciera su alegría frente al Ayuntamiento entre las 5.000 personas que abarrotaban los jardines de Alderdi Eder. El ambiente festivo propició que el respetable se tomara a bien, con mucho humor, la presencia de la corte bilbaína en la balconada del consistorio. Allí estaban su alcalde, Iñaki Azkuna, en el papel conciliador y diplomático que le caracteriza, y el presidente del Athletic, José María Arrate, especialmente agradable y dicharachero con el primer edil donostiarra, Odón Elorza. Quién le iba a decir al presidente del Athletic hace diez meses que tendría el honor de compartir algún bote que otro con Elorza. Al final no hizo falta el salto que tanta trifulca ocasionó entre Arrate y el primer edil a cuenta del último gol de la Real en el pasado derby. "No me hubiera importado dar botes", reconocía un Arrate que recurría al tópico del "marco incomparable" para mostrar su satisfacción por su presencia en San Sebastián. La rivalidad se deja para el fútbol. Ese talante conciliador lo expresó también Azkuna, quien envuelto en la socarronería propia del que se siente de Bilbao de toda la vida, recurrió a un donostiarra como Pío Baroja para evidenciar que aquél no era un acto de hermanamiento sino un acto de "txapelaundis, de gente generosa, y no de txapeltxikis, de gente amargada". Y aquél no era desde luego momento para amarguras. Ni siquiera cuando el primer edil donostiarra se sacó de la chistera un regalo que no estaba previsto en el protocolo. Era inevitable. Iñaki Azkuna recibió con agrado, qué iba a hacer, un uniforme de la Real Sociedad. Casi se lo pone ante la mirada de un Arrate que algo se esperaba cuando el alcalde le llamó personalmente por teléfono para que se acercara al arranque de la Semana Grande. Todo eran parabienes. Dada la proximidad del Ayuntamiento con el Boulevard, se podían casi intuir los sones de la banda La Donostiarra, que actuaba en el quiosco, y cedió también cortesmente el testigo a la banda de Bilbao para posteriormente dar paso a Los Cinco Bilbaínos. Bromas sobre giputxis y el Guggenheim fueron los temas recurrentes entre los políticos que abarrotaban el Salón de Plenos del Ayuntamiento. Todos ellos estaban invitados a cenar en un restaurante desde cuyas ventanas podían comprobar la bahía de La Concha. Sin malicia. Y de ahí a los fuegos artificiales. Artillero, dale fuego, y a disfrutar de las fiestas.

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