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BARCELONA

Torera despedida de Tomás Campuzano

Tres horas de corrida son muchas. Menos mal que se vieron cosas de interés, salvando el maleficio que parece pesar sobre el agosto taurino barcelonés. Por ejemplo, la despedida de Tomás Campuzano, en una de sus mejores tardes en este ruedo.Bien es verdad que, en primer lugar, el sorteo le deparó un excelente astado de Galache al que le costaba algo arrancar, pero que lo hacía con nobleza y humillando. Tomás lo muleteó con sosiego, temple y hondura, muy torero y entendiendo a la perfección a su enemigo. Estocada y certero descabello, con el justo premio de una oreja.

Su segundo fue menos propicio porque, aunque también era noble, su embestida era sosa y bastante corta. Tomás estuvo muy serio, profesional y responsable con él, acertado en distancia, terrenos y ritmo de faena. Lástima que se le fuese la mano en un feo bajonazo, lo que no impidió que diese una última vuelta al ruedo en la Monumental.

Galache / Campuzano, Bote, Califa; Porras Toros de Francisco Galache, bien armados, 1º y 3º excelentes; 5º, segundo sobrero, de María Lourdes Martín

Tomàs Campuzano: oreja y vuelta. José Luis Bote: vuelta en los dos. El Califa: aviso y vuelta; oreja. El rejoneador Martín González Porras, nuevo en esta plaza: silencio. Plaza Monumental, 8 de agosto. Un tercio de entrada.

El rejoneador González Porras comenzó mal su actuación, pues a las primeras de cambio su montura sufrió una cornada.

Luego, con una res poco codiciosa, estuvo vibrante y certero en la colocación, aunque echándole excesivo teatro al asunto.

El segundo rejón de muerte le cayó bajísimo y ello enfrió los ánimos del público. José Luis Bote, que hacía 15 años que no toreaba en la Monumental, tuvo el peor lote, pero se justificó plenamente con valor y torería, con destellos de indudable clase, haciéndolo todo muy de verdad.

Su primero fue un marmolillo, y el sobrero fue duramente castigado en varas y llegó a la muleta defendiéndose.

El Califa tiene mucho valor.Ya lo demostró en su excelente primero, al que además muleteó con quietud y temple.

Tardó el toro en doblar del segundo pinchazo y el presidente no accedió a la bastante nutrida petición de oreja.

Sí que se la dio en el que cerró plaza, después de una maciza faena en la que El Califa mandó y bajó mucho la mano, muy tranquilo siempre en terrenos de cercanías.

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