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Reportaje:

Los emprendedores ignacianos

La trayectoria del jesuita recientemente fallecido en Barcelona, Lluís Antoni Sobreroca i Ferrer -fundador y primer director de la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas (Esade)-deja un surco de eficacia en la formación de las élites económicas. Sobreroca, que a sus 77 años presidía organismos humanitarios como la Fundación Pere Tarrés y la Obra de la Visitación de Nuestra Señora, había sido uno de los creadores de Esade en la segunda mitad de los años cincuenta. En aquella etapa, un grupo de industriales y financieros catalanes, inspirándose en la Universidad Comercial de Deusto en Bilbao -impulsada por el padre Bernaola-, decidieron crear una nueva facultad de Económicas y Empresariales capaz de competir con las pautas del pragmatismo anglosajón. Entre los promotores, destacó Ignacio Vidal Gironella, presidente entonces de la Asociación Católica de Dirigentes, toda una réplica patronal frente al incipiente obrerismo segmentario que germinaba en la otra orilla de la sociedad con el sello de Acción Católica y el fondo ideológico de la doctrina social de la Iglesia. A Vidal Gironella, le siguieron con empuje empresarios y financieros como Ramón Mas Bagà, Albert Folch Rusiñol, Josep Maria Vilaseca Marcet, Juan Antonio Rumeu de Delás, Leandre Jover o Ramón García Nieto, entre otros. Impactados por la primera penetración de las multinacionales norteamericanas en el mercado español, los empresarios apostaban por un modelo de enseñanza universitaria capaz de superar los esquemas de la universidad pública de la época. El grupo fundacional constituyó primero la sociedad Enseñanzas y Formación SA - escriturada en la notaría de José María de Porcioles-y más tarde selló un convenio fundacional de Esade con el entonces general de la Compañía de Jesús, Juan Bautista Janssens. Esade encajó muy pronto en las prioridades económicas de la época. Los alumnos de la escuela fueron en muchos casos hijos y familiares de los mismos promotores. En la primera promoción de licenciados figuraban apellidos conocidos, como los Cullel, Santigosa, Arana, Sagnier, Camuñes o Torras Mirabet. Los dirigentes de hoy, que fueron estudiantes en los sesenta, han recordado en las últimas horas las aportaciones de Sobreroca en la génesis de las modernas organizaciones empresariales. También constatan las aportaciones de un equipo posterior a Sobreroca -el de Xavier Adroer, Juan Nepomuceno García Nieto y Alfonso Carlos Comín- volcado en el estudio del sindicalismo. Algunas de las ponencias y clases magistrales sobre relaciones laborales, pronunciadas por el jesuita fallecido, están consideradas ahora inspiradores teóricos de la transición de la patronal catalana Fomento del Trabajo Nacional. En las clases de Esade, los futuros empresarios conocieron el sello profesional del Centro de Estudios y Asesoramiento Metalúrgicos (CEAM); también asimilaron el influjo aperturista de otros grupos de perfil ignaciano -como la citada Asociación Católica de Dirigentes o la Federación Católica de Padres de familia- tristemente adornados entonces por el integrismo formal de sus marcas. A modo de anécdota, otros alumnos de Sobreroca glosan la firmeza mostrada por el antiguo director, cuando en los tiempos de la lucha estudiantil trató de frenar las entradas de la policía en Esade invocando la condición eclesiástica del centro. El jesuita Lluis Antoni Sobreroca hizo en Esade la tarea pionera que en IESE -situado al otro lado de la simbólica avenida de la Reina Victoria que divide Pedralbes -le correspondió a Antonio Velero, numerario del Opus Dei. El IESE, crisol desarrollista de la generación del ex ministro Laureano López Rodó, apostó con éxito por el modelo norteamericano de la Escuela de negocios de Harvard. Esade es un tronco común en el que se cruzan la economía,el humanismo y el sentido crítico.

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