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Reportaje:EXCURSIONES PARQUE NATURAL DE LAS MARISMAS DE BARBATE

Entre la playa y el cielo

Si hubiera una oferta turística para las aves migratorias que cada temporada transitan entre el continente africano y el centro y norte de Europa, las Marismas de Barbate serían sin duda una de las propuestas más apetecibles: sol, buena comida, descanso y refresco. Y en primer línea de costa. Desde el área de huertas conocida como Virgen de la Oliva, en el punto de encuentro entre Barbate y La Barca de Vejer, los excursionistas más audaces recorren el camino peatonal que, bordeando el margen del propio río Barbate, conduce a esta extensa zona húmeda. Pero basta con caminar un rato desde la entrada del pueblo para alcanzar a verla, en el lado opuesto a una playa escasamente visitada en la que el agua dulce pelea con el agua salada. Una intrincada red de caños y canales abastece de agua este espacio, a la que se añade el flujo de las mareas, determinante en el desarrollo de su rico ecosistema. La salinidad del agua y el grado de encharcamiento al que se ven sometidas las plantas favorece la proliferación de las tenaces espartinas, una de las escasas especies florales adaptadas para resistir ese periódico castigo. En las partes más elevadas de la marisma, sólo afectadas por mareas vivas equinocciales o temporales fuertes, prosperan comunidades más diversas, como los llamados salados o los almajos. Tanto las aves sedentarias como las itinerantes hallan aquí un ámbito idóneo. Los flamencos son quizás los más vistosos, junto a la majestuosa apostura de las garzas reales y las avocetas. Las garcetas y distintas especies limícolas -chortilejos, patinegros, correlimos- completan el mosaico ornitológico que frecuenta este auténtico balneario. Algunos asiduos al parque natural aprovechan para dedicarse a la busca y captura de los ricos moluscos que viven en sus arenas. Las coquinas y las almejas finas abundan en ellas, pero son sin duda los cangrejos y los veloces camarones, los más codiciados por los mariscadores. El paseante advierte, bajo el reflejo opaco de las aguas, el movimiento burbujeante de los alevines de lisa y dorada o el serpenteo de las anguilas. Todas ellas, como los lenguados y róbalos, acuden a las aguas libres de la marisma en busca de protección y alimento, y regresan al mar abierto cuando alcanzan la condición de adultos. Una vida animal y vegetal gravemente amenazada en su día por las desecaciones artificiales -debido a un muro de defensa contra avenidas que circunda parte del río Barbate- o la vecindad del antiguo vertedero del pueblo, pero que parece haberse asegurado gracias a la declaración de Parque Natural, en el verano de 1994. Resulta muy recomendable acompañar la visita a las marismas con un paseo por los frondosos pinares de la Breña -uno de los mejores enclaves para contemplar el espacio en toda su extensión- o por el verdadero espectáculo del acantilado casi vertical que se levanta, muy cerca de la zona, sobre la rompiente de las olas. En los primeros, el matorral ha sido eliminado en gran medida para evitar el riesgo de incendio, pero siguen albergando una rica flora: lentiscos, sabinas, madroños y palmitos. En primavera, prosperan sobre las arenas pequeñas orquídeas. En cuanto al acantilado, tal vez el paseo más agradable sea la subida por la ladera de las dunas, donde el camino desaparece bajo la vegetación, del mismo modo en que van surgiendo nuevas veredas. Resulta sorprendente la numerosa colonia de aves que anida en las cornisas de esta pared rocosa, principalmente gaviotas argénteas. El punto más elevado del farallón es la torre del Tajo, desde donde se divisa el puerto de Barbate y sus marismas, punta Camarinal e, incluso, las montañas que rodean Tánger. Datos de interés El Parque Natural de las Marismas se halla situada en el margen izquierdo de la carretera que comunica Barbate con Zahara de los Atunes. Desde Cádiz, si el tráfico está despejado, se tarda unos 40 minutos. Más información: 956 59 04 05.

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