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China persigue la quiebra de las relaciones estratégicas entre Taiwan y Estados Unidos

La prueba de un misil Dong Feng-31, que según anunció el lunes la agencia oficial china de noticias Pekín ha lanzado "con éxito", ha sido interpretada como un intento de intimidar a Taiwan, país con el que mantiene una situación de creciente tensión. Otro blanco implícito de la advertencia es Estados Unidos, acusado por los elementos más nacionalistas del Partido Comunista de intentar poner obstáculos al progreso de China. La prueba se produjo tres semanas después de que Pekín anunciara que poseía la tecnología para fabricar la bomba de neutrones.

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El lanzamiento del Dong Feng (Viento del Este) no constituye una sorpresa a los ojos de los diplomáticos extranjeros en Pekín, quienes esperaban que China, humillada por el bombardeo de su Embajada en Belgrado y sacudida por una ola de nacionalismo, dirigiera a Occidente durante el verano una serie de mensajes militares que ilustraran su voluntad de ser respetada.La advertencia estaba dirigida especialmente a Taiwan, incluso a pesar de que la isla rebelde, situada a menos de 200 kilómetros de las costas chinas, no estuviera en el punto de mira de un misil que era de largo alcance.

En el contexto actual del aumento de la tensión entre las dos orillas del Estrecho de Formosa, el objetivo de Pekín es poner a prueba la moral de la opinión pública taiwanesa haciendo una exhibición de su poder, real o supuesto. Usando sus tradicionales trucos de guerra psicológica, China no deja de proporcionar con cuentagotas informaciones (concedidas en exclusiva a la prensa hongkonesa para conseguir resonancia internacional) sobre maniobras militares previstas desde hace tiempo que, en el clima actual, pueden parecer dirigidas contra Taiwan.

Uno de estos ejercicios rituales esperados es la simulación de un desembarco sobre una isla con el probable apoyo de tropas de paracaidistas y del Ejército del Aire, además de destructores, fragatas e, incluso, es posible que submarinos. La maniobra podría ser objeto de una intensa mediatización a fin de sacar provecho del estado de relativo nerviosismo reinante en este momento en Taiwan, reflejado en las tensiones bursátiles o en las especulaciones que han acompañado recientemente la retirada de un poste eléctrico que ha sumido a siete millones de hogares insulares en la oscuridad.

Las autoridades han tenido que tranquilizar a la población negando los rumores de un ataque militar chino. Aunque el régimen comunista no parece en ningún modo responsable de este último incidente, su claro objetivo sigue siendo convencer a la isla de su vulnerabilidad. La detención de un carguero civil cargado de provisiones destinadas al Ejército taiwanés presente en la isla de Matsu -bajo el pretexto de que se trataba de "contrabando"- sigue este razonamiento.

La otra táctica utilizada por Pekín es de naturaleza diplomática. Se trata de convencer a las autoridades taiwanesas de que ya no cuentan con el apoyo incondicional de EEUU, que en estos días es tratado con una cierta indulgencia por la prensa de la capital. China ha protestado firmemente por el último proyecto de venta de armas norteamericanas a Taiwan, pero en términos más bien ponderados en comparación con lo manifestado durante la guerra de Kosovo.

Más significativa ha sido la publicación el 31 de julio de un editorial del China Daily indicando que el presidente Lee Teng-hui, cuya revisión de la doctrina de "una sola China" ha sido el origen de la actual efervescencia, alimentaba "ilusiones" sobre el apoyo estadounidense. La víspera, el mismo diario aseguraba que EEUU "no desea ser arrastrado a una guerra por el problemático Lee". Éste, añadía, "subestima las perspectivas de las relaciones chino-norteamericanas".

China parece volver a su posición de hace un año, cuando la visita de Bill Clinton a Pekín, encaminada a poner obstáculos en la relación entre Washington y Taipei, cuyos recientes progresos le inquietan. El momento es ideal ahora que los estadounidenses buscan retomar un diálogo casi roto con Pekín tras la guerra de Kosovo. Las declaraciones altisonantes de Lee han servido, paradójicamente, para acelerar el recalentamiento de la situación reinstalando a EEUU en una aparente posición de árbitro.

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