¿Quién tiene miedo a las vacaciones?
Es un hecho: las vacaciones son una tortura para los estadounidenses. Según un estudio de Rudolph Hoehn-Sarie, director de la Clínica de Ansiedad de la Escuela de Medicina John Hopkins, el 40% de los que los que se las toman declara al regresar que ha visto agravarse de modo brutal sus sentimientos de culpabilidad y angustia. Y eso teniendo en cuenta que el porcentaje de los norteamericanos que se toman más de dos semanas de descanso anual es insignificante. En un libro de reciente aparición, Cindy Aron, profesora de Historia de la Universidad de Virginia, explica muy bien las causas de la tremenda dificultad de los estadounidenses para disfrutar de sus vacaciones. El título del libro ya lo dice todo: Esforzándose por divertirse (Working at Play). Estados Unidos, recuerda la historiadora, es un país de inmigrantes que cruzaron el Atlántico o el Pacífico para trabajar y hacer dinero, y no para descansar y pasárselo bien. Una pausa en el trabajo es, de hecho, una traición a la ética protestante que está en las raíces de la superpotencia, dice Aron. El resultado es el llamado estrés de las vacaciones. Ninguna ley obliga a las empresas de EE UU a conceder vacaciones anuales a sus trabajadores. Mientras que los europeos las consideran un derecho, los norteamericanos las ven como un privilegio. De hecho, tan sólo a partir de los años treinta de este siglo se fue introduciendo en la superpotencia esta costumbre. Loretta Gephart, de la Asociación Psicológica North Hills, detalla los síntomas de este síndrome. "Entre los físicos", dice Gephart, "destacan la fatiga, dolores de espalda, falta de sueño y apetito, pérdida de peso, tensión muscular, alta presión sanguínea, úlceras, ardor de estómago, asma y ataques de alergia. Los síntomas emocionales incluyen ansiedad, irritabilidad, hostilidad, problemas de memoria, depresión, enfado, confusión, falta de esperanza y sensación de soledad". Horroroso ¿no? Según Gephart, una de las causas del estrés de las vacaciones es "el cambio en la rutina diaria". Por eso, la psicóloga recomienda a los veraneantes que se atengan a sus hábitos. Les dice: "Coma a sus horas de siempre, concédase tiempo para descansar y dormir, no trasnoche, haga ejercicio físico regularmente, evite el alcohol, las drogas, la cafeína y la nicotina. Aprenda a decir No y pida ayuda cuando la necesite". Puestos a seguir en las vacaciones una vida semejante a la del trabajo, la mayoría de los norteamericanos intenta aprovechar su descanso haciendo algo útil. Los políticos celebran seminarios, los empresarios invitan a sus refugios a sus colegas para discutir sobre el futuro de los negocios, los estudiantes aprenden informática en los campamentos veraniegos, la mucha gente de sentimientos religiosos hace retiros espirituales y casi todos practican deportes para mejorar la forma física. Aron resume así el mensaje del sistema norteamericano a los veraneantes: "Relájese y disfrute, pero intente hacer de sus vacaciones algo útil, productivo". Estos días, los aeropuertos de EE UU registran el espectáculo de familias que se van de vacaciones cargando dos ordenadores portátiles: el del padre y el de la madre.
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