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Tribuna:Las universidades de verano
Tribuna
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Entre la memoria histórica y el turismo culturalista

De la universidad de verano que en los años de la República inspiró Pedro Salinas a la casi ilimitada floración de nuestros años finiseculares media toda la distancia que se quiera. Aquélla era una institución que emergía de una Universidad en pleno resurgimiento, vinculada a un proyecto político de regeneración nacional por la cultura; las universidades de verano de ahora han brotado -y nunca mejor empleado el término- por razón de causas bien diversas: por una vaga memoria histórica, de la que la única heredera genuina, hasta cierto punto, es la Menéndez Pelayo de Santander -la Menéndez, como decía hace años la derechona zahiriendo, sin saberlo, a uno de sus ídolos-, por atender a una demanda cultural que seguramente existe, por turismo culturalista, por mímesis -a ver quién se queda atrás-, por... qué sé yo. Uno ha visto de todo en estas universidades: el profesor que ha amenazado, y lo ha hecho, con recitar "un pequeño soneto", la escueta momia de Álvaro Cunhal invocando al padre Lenin, sedicentes periodistas prolongando en las estivales aulas el combativo espíritu de su inflamado periódico, modelos femeninas que exhibían la gloriosa enseñanza de sus cuerpos, un abogado de Herri Batasuna que se jactaba de su conocimiento de uno de los fundadores de ETA mientras los oyentes escuchaban impasibles, un antiguo, muy antiguo novelista que reivindicaba en los años noventa su novela socialistísima del pleistoceno, entre emocionadas invocaciones a la Academia Española, un político de la UCD anunciando que el futuro estaba expedito... para la disolución de su partido, estudiantes extranjeros cansados de la tomadura de pelo a que les estaba sometiendo la profesora sudorosa y abrumadora, conferenciantes con aires de tertulianos radiofónicos y un sí es no es hortera... Uno ha visto todo esto y algo más, sin ser un adicto ni un simpatizante. Uno, por ejemplo, no ha asistido a cursos de verano de cocina, pero sabe de quienes los han presenciado. Con lo anterior no quiero decir que todo sea horrible ni negativo en nuestras universidades de verano. Conozco a profesionales honrados y rigurosos que han cumplido y cumplen su misión con la mayor probidad posible y conozco a estudiantes que han seguido y siguen los cursos con el máximo celo. Y programas universitarios han existido llenos de rigor y coherencia, con primeras figuras impartiendo lecciones ciertamente magistrales. Lo que sucede es que los elementos oscuros son inevitables porque no puede existir una buena universidad de verano si no existe previamente una buena universidad de invierno, digámoslo así. Pero ya lo dijo un ilustre rector -de cepa socialista, por cierto-, nuestra Universidad es aseadita, y con eso vale; pues bien con esa condición aseadita no se va a ninguna parte en el mundo en que vivimos. Si la Universidad española se ha convertido en bastantes casos -hay excepciones por fortuna y todos las conocemos-, en un centro de Formación Profesional superior, lo demás viene por añadidura, incluido el profesor del "pequeño soneto". Y en este marco es normal que uno encuentre junto a profesores y estudiantes serios, auténticas gachupinadas, carnavales disfrazados, ferias de posmodernos cabreados, oficiantes irrisorios embromados en liturgias de charlas de café, etcétera. La cuestión es y era, en bastantes casos, justificar las memorias administrativas, llenarlas con muchas actividades, hacer como que se hace, teatralizar la vida también en el verano, que el espectáculo no falte, eso nunca, el espectáculo siempre. Lo que importa es divertirse. Yo les veo a las universidades de verano un defecto añadido: que no dejan descansar. Por lo menos a quienes aman el descanso. Hay quienes disfrutan mucho con estas cosas y nutren su necesitado yo de los asentimientos y audiencias colectivos. Pero quienes gustan del descanso y son de natural tímidos, que los hay, y no saben rehusar las invitaciones a disertar, se ven sometidos a un calendario extra de bolos en cadena que alguna pluma mojada en tinta valleinclanesca debiera glosar algún día. A ver si así seguimos divirtiéndonos.

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