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Entrevista:

"No soy un dictador"

Juan Carlos Sanz

Abdelaziz Buteflika, presidente de Argelia, es, a sus 62 años, el hombre que ha emprendido el camino para la pacificación de Argelia. Los retos son enormes. Siete años de guerra civil y 100.000 muertos son el resultado de una batalla contra el islamismo. Ahora, explora las vías intermedias en busca de la concordia. La entrevista se realizó, a través de un cuestionario, antes de la muerte del rey Hassan II de Marruecos. Pregunta.Durante la campaña electoral usted prometió paz y reconciliación. ¿Cree haber mantenido su palabra después de tres meses en el cargo? ¿Ha entendido la sociedad argelina la gracia presidencial para los 2.400 detenidos? ¿Puede haber reconciliación después de tantos muertos?Respuesta.La paz y la reconciliación, como usted dice, no se construyen de la noche a la mañana. Es una empresa muy compleja, que requiere tanto una gran voluntad política como el entusiasmo de toda la sociedad. Ambas existen en el país. Argelia ha sufrido una tormenta y ahora la está superando. Acaba de promulgarse una ley sobre la concordia civil. El pueblo, por su parte, se pronunciará en un referéndum en pocas semanas. Confío en su veredicto porque es un pueblo pacífico. Su pregunta me hace pensar en que usted subestima tanto la inteligencia de los argelinos como sus inmensos recursos de generosidad y tolerancia. La sociedad argelina no se limita a los círculos de Argel; vaya al encuentro de la Argelia profunda y comprenderá que la concordia no sólo es posible, sino deseada. Las desviaciones devastadoras de la minoría no deben empañar las aspiraciones de la mayoría.

P.¿Necesita Argelia una Comisión de la Verdad, como la que se creó en Suráfrica?

R.Argelia necesita concordia, democracia, libertad y desarrollo. La situación es bastante más compleja de lo que era en Suráfrica. No metamos todo en el mismo saco. La Comisión de la Verdad se justificaría en una relación de colonizado a colonizador, como Francia con Argelia o España con el Sáhara Occidental. Su país, que ha conocido el franquismo -y lejos de nosotros la idea de inmiscuirnos en sus asuntos internos- ha sabido asumir con valor la guerra civil y sus consecuencias. Y si mi memoria no me traiciona, ustedes nunca han necesitado una comisión para lograr la transición democrática.

P.En su discurso a la nación, usted habló de los errores cometidos por Argelia en los primeros años... ¿Cuáles son? R.Ningún país, ni siquiera el suyo, que ocupa hoy día un lugar destacado en Europa, está exento de errores. No le voy a enseñar que cada época transmite avances y retrocesos, éxitos y fracasos, según las circunstancias políticas, sociales y culturales. Argelia no escapa a esta ley inexorable. Dicho esto, yo no he hablado de los errores cometidos en los primeros años, como usted dice. Porque los primeros años de la independencia, durante los sesenta y los setenta, estuvieron marcados por grandes logros en todos los ámbitos. Comparto con orgullo el éxito de este periodo glorioso, y asumo los errores, que los ha habido. ¿No es el error el precio del progreso? Hoy en día, madurado por las pruebas, mi país se consagra a profundizar su proyecto democrático y a promover la economía de mercado en la justicia social.

P.Tras una larga travesía por el desierto, ha vuelto a la escena política como jefe de Estado. ¿Qué es lo que ha cambiado? R.En estos 20 años me he mantenido alejado de la vida pública. He meditado, intentando, siempre que podía, ayudar. En cuanto a Argelia, ha cambiado profundamente en todos los ámbitos. Lo que no ha cambiado es su apego a su autenticidad, a su soberanía y a su solidaridad árabe, africana y mediterránea.

P.¿Tiene Argelia el mismo peso específico en el mundo que cuando usted era titular de Exteriores?

R.Argelia, por su posición, es el corazón del Magreb árabe. Le guste o no, Argelia es un país que cuenta. Es indispensable en el mundo árabe. Ocupa una posición clave en la orilla sur del Mediterráneo, es indispensable para toda noción de seguridad europea.

P.¿Por qué un referéndum sobre la ley de la concordia civil, si ya la ha adoptado el Parlamento? ¿La retirada de los otros seis candidatos ha disminuido en algo la legitimidad de su victoria en las elecciones del 15 de abril?

R. Es una pregunta doble. Primero: ¿por qué el referéndum? Mi intención es quitar cualquier argumento tendencioso a los que estuvieran inclinados a poner en duda la representatividad de tal o cual cámara del Parlamento. Pero mi principal preocupación es gobernar por y para el pueblo. A este respecto, el problema de la concordia civil y de la reconciliación nacional me parece lo suficientemente importante como para situarme por encima de consideraciones partidistas y solicitar a la vez un veredicto popular, al ser el pueblo a mis ojos el único soberano y la única fuente de cualquier poder. Con respecto a la segunda pregunta, le diré que la libertad de expresión no le autoriza a insultar al pueblo argelino al plantear preguntas insidiosas que tiendan a sembrar la duda sobre el primer magistrado del pueblo argelino. Yo no vería con buenos ojos a un periodista argelino que planteara una cuestión semejante al Rey de España. Y puesto que habla de legitimidad, la única de la que me siento orgulloso y la que poseo es la de los argelinos. No necesito su garantía. Más aún, yo presté juramento el 27 de abril, creo. Juzgue por sí mismo las transformaciones internas y externas que han tenido lugar en Argelia. No puedo evitar decirle que su cuestionario me hace pensar que, para usted, el fondo de los problemas importa menos que la forma. Vaya al encuentro de la Argelia profunda y le dejo como único juez para comprobar dónde se encuentra la legitimidad popular.

P. ¿Se irá a casa, como ha dicho, si los argelinos no le dan su apoyo en el referéndum?

R. No he venido para ocupar un sillón, sino para servir a mi país. Mis compatriotas son completamente libres de adherirse o no. Si por una u otra razón deciden no hacerlo, no me arrogo el derecho de imponer nada.

P. ¿Cuándo va a anunciar el fin del estado de emergencia? ¿No se cumplen aún las condiciones para tomar esa medida? R. Cada cosa a su tiempo. Al principio de esta entrevista, le dije que el restablecimiento de la concordia civil es una obra a largo plazo. Es necesario establecer las prioridades. No creo en medidas espectaculares e improvisadas, por atractivas que sean, como remedio de un mal que afecta profundamente al cuerpo social.

P. Las asociaciones de víctimas del terrorismo se quejan de no recibir ninguna ayuda del Estado. El Gobierno va a indemnizar a las viudas y a los huérfanos. ¿Van a recibir alguna ayuda las familias de los terroristas a los que se ha matado? ¿Habrá investigaciones como consecuencia de las denuncias de casos de detenidos desaparecidos?

R. Se han tomado o se tomarán todas las medidas sociales destinadas a acompañar al proceso de consolidación de la concordia civil. Debería informarse mejor sobre estas cuestiones leyendo los periódicos argelinos y consultando el boletín oficial, en el que se publican las leyes y decretos. En cuanto a las investigaciones, ya me ha hecho esa pregunta. De todas formas, la justicia es soberana. No me cabe la menor duda de que los jueces aplicarán la ley con todo rigor cada vez que los hechos se hayan constatado debidamente.

P. ¿Cuenta usted con el apoyo unánime de las Fuerzas Armadas para su proyecto de reconciliación nacional?

R. No soy un dictador. Todas las cuestiones de interés nacional son objeto de consultas previas en el marco institucional y constitucional antes de tomar cualquier decisión. Las fuerzas de las que habla son las primeras que garantizan la seguridad de las instituciones republicanas. Lo han demostrado en momentos difíciles.

P. ¿Puede legalizarse el Frente Islámico de Salvación (FIS)? ¿Va a poner en libertad a Abassi Madani?

R. El FIS fue disuelto por una decisión de la justicia en 1992. Yo tomo nota de la decisión de la justicia, sin hacer juicios de valor. En 1996, una nueva Constitución redefinió las reglas del juego de la vida política nacional. No entro en ello. Sin embargo, da la casualidad de que fui elegido en el marco de esa Constitución. Por tanto, debo aceptarla y respetarla. Debo decir honradamente que siento un respeto fraternal por Madani, combatiente del Ejército de Liberación Nacional desde noviembre de 1954. Es cierto que está encerrado en su casa: lo lamento, tanto desde el punto de vista personal, como familiar. Vive en condiciones normales, por no decir cómodas. Mi problema es complicado. Mis sentimientos personales por Madani no son compartidos por la sociedad civil, que considera que, junto con Alí Belhadj, es política y moralmente responsable de la génesis de la tragedia nacional. Sólo pido que se le restituya la libertad plena, con la condición, naturalmente, de que se aparte de forma clara, definitiva y leal de toda actividad política. Las obligaciones que me impone la necesidad de velar por el equilibrio de la sociedad y de garantizar la estabilidad del país me dejan poco margen entre los impulsos del corazón y los imperativos de la razón. Me apena más el caso de Alí Belhadj [número dos del FIS], que vive en condiciones menos cómodas. P. ¿El paro, la escasez de viviendas y los problemas de educación, podrían dar lugar a otra crisis social como la de 1988?

R. Supongo que también habrá parados en su país, gente sin hogar, con infraviviendas y numerosos problemas sociales. ¿Quiere esto decir que la única alternativa posible a estos problemas es el desencadenamiento de una crisis social? No, señor. La Argelia de 1999 ya no es la de 1988. Ha madurado. Es más consciente. Sabe, por haber sufrido temibles adversidades, que lo que le interesan no son las manifestaciones callejeras, que, por otra parte, son absolutamente estériles.

P. ¿Se ha agotado para Argelia el maná del petróleo? ¿Es el FMI el que dicta la política monetaria en Argelia?

R. Los jóvenes en general, pecan, perdóneme que se lo diga, de un exceso de caricaturización que reduce su cuestionario a un interrogatorio que tiene todo el aspecto de un escenario catastrófico. A riesgo de sorprenderle, le diré que mi país no está en la situación que se imagina. Usted está aquí; vaya a los mercados, a las fábricas, a las granjas. Visite las ciudades. Verá que, con respecto a otros países, a pesar de todo lo que ha sufrido, Argelia no ha ido a menos. Por supuesto que tiene dificultades, pero también tiene unos activos colosales cuya juventud no es uno de los menores, que la permitirán salir adelante. Ya se prepara para ello. Saldrá adelante, créame. He de recordarle, a este respecto, que en el año 2004, la producción petrolífera se habrá duplicado gracias a los nuevos descubrimientos que acaban de realizarse.

P. ¿Cómo va a convencer a los jóvenes argelinos de que se queden en su país?

R. Voy a volver a sorprenderle: los jóvenes argelinos están convencidos de que no tienen ningún país de reserva. Saben que aquí hay sitio y un futuro para todos. Tienen que ponerse a trabajar para crear empresas, dar valor a millones de hectáreas de terrenos agrícolas, poblar las mesetas y el sur y aprender, seguir aprendiendo con el fin de acompañar los progresos y los cambios mundiales.

P. A diferencia de Marruecos y Túnez, Argelia no ha firmado acuerdo alguno de asociación con la Unión Europea. ¿Cuáles son los motivos de este retraso?

R. El acuerdo de asociación con la Unión Europea se firmará cuando las negociaciones en curso lleguen a su fin. Vamos hacia una economía de mercado de forma decidida, metódica y racional. Es nuestra elección y la asumimos porque interesa a nuestro país. Tomaremos todas las medidas necesarias para hacer la transición con éxito, eliminando las limitaciones y los obstáculos que ponen trabas a la iniciativa privada. Lo haremos sin perder de vista el hecho de que la economía se ponga al servicio del hombre, y no al revés.

P. Argelia es el primer cliente de España en África, y las compras de gas argelino han aumentado después de la construcción del gasoducto Europa-Magreb. ¿Qué puede ofrecer Argelia, aparte de los hidrocarburos?

R. Habría que hacerles esa pregunta a los responsables españoles. Argelia es un inmenso yacimiento de riquezas potenciales que están esperando a ser valoradas en todos los terrenos. Usted plantea la pregunta en términos comerciales; yo prefiero plantearla en términos de desarrollo. Desde esta perspectiva, las empresas españolas que lo deseen pueden invertir en Argelia con todas las garantías nacionales e internacionales necesarias. También pueden promover acuerdos de asociación con sus homólogos argelinos. Estamos dispuestos a animarles a ello. El sector privado argelino está realizando grandes progresos para integrarse en la economía de la región. En este sentido, el Estado tomará todas las medidas de acompañamiento necesarias para eliminar las limitaciones que pongan trabas a la iniciativa y la expansión de las capacidades de producción.

P. Usted ha invitado al presidente Jacques Chirac a visitar Argelia. ¿Cree que se dan las condiciones de seguridad y de estabilidad necesarias para poder invitar también al rey Juan Carlos o al presidente del Gobierno Aznar?

R. Sólo he tenido el honor de ver al rey Juan Carlos una vez en mi vida, cuando aún no estaba en el poder. Me dejó muy impresionado. Es más, quizá usted no lo sepa, pero, a vista de pájaro, Madrid es la capital europea más cercana a Argelia. Del mismo modo que se lo he dicho al presidente y al primer ministro de Francia, el Rey de España y el presidente del Gobierno español serán siempre bienvenidos en un país que tiene tantas afinidades objetivas con el suyo.

P. ¿Qué sabe de la presencia de militantes de ETA en Argelia cuando usted era ministro?

R. ¡Ah!, conque es eso. Por fin se le ha caído la máscara. Ha acabado por desvelar su verdadero rostro. En sus preguntas, hay a la vez algo de Torquemada y de juez de instrucción. Mi país se niega a prestarse a la Inquisición y está bien situado para poner a muchos otros en el banquillo de los acusados. De todas formas, no sé más que usted, eminente periodista, acerca de los militantes de ETA.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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