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Chávez arrasa en las elecciones a la Asamblea Constituyente de Venezuela

Javier Moreno

Los venezolanos proporcionaron ayer a Hugo Chávez, golpista fallido en 1992 y presidente por las urnas desde diciembre, una victoria arrolladora al votar masivamente por sus candidatos a la Asamblea Constituyente. Además de redactar una nueva Constitución, Chavez pretende que la Asamblea sea el poder supremo del Estado y decida si disuelve el Congreso y el Tribunal Supremo, lo que la oposición considera técnicamente un golpe de Estado. Poder para hacerlo a la brava le sobra, pues con el 78,6% de los votos escrutados, los seguidores del presidente copaban el 90% de la Asamblea.

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Oposición a la defensiva

"Este proceso no tiene marcha atrás", adelantó Chávez al votar a las seis de la mañana, y sus palabras ya sonaron amenazadoras a oídos de la oposición. "Ni el presidente de la República, ni el Congreso ni la Corte Suprema podemos pretender estar por encima o colocar en una situación de subordinación a una soberanísima Asamblea", dijo, lo que muchos entendieron como una amenaza de enterrar al régimen, objetivo confeso del antiguo teniente coronel desde que, en 1992, tanques a sus órdenes abrieron a tiros varios boquetes en el palacio presidencial de Miraflores.Los seguidores de Chávez, agrupados en el denominado Polo Patriótico, lograron el 66,4% de los votos (lo que les podría proporcionar hasta 119 de los 131 escaños de la nueva Asamblea), con una abstención del 52,9%, elevada, pero menor que en el último referendo. La victoria del presidente fue arrolladora y en algunos departamentos electorales, como Caracas Distrito Federal, sus seguidores lograron el 100% de los puestos en juego. Lo mismo sucedió en al menos otros cuatro Estados. De los 24 escaños en juego a nivel nacional (el resto se disputaba en cada Estado), y por los que concurrían las caras más conocidas de la política nacional, 20 fueron a parar a manos de Chávez.

El triunfo de ayer anticipa que la Asamblea se ajustará al modelo que el presidente tiene en mente y que ha repetido en los últimos días: una especie de convención revolucionaria y tumultuosa que decida sin cortapisas el nuevo régimen político que habrá de regir en Venezuela, en sustitución de los 40 años en los que se alternaron los partidos tradicionales, socialdemócratas y democristianos, y que llevó el país a la ruina actual, según Chávez, pues se caciqueó en demasía y la corrupción fue rampante.

Contrariamente, la oposición y numerosas voces independientes sostienen que la única tarea legítima de la Asamblea elegida ayer es redactar una nueva Constitución, y hasta que ésta entre en vigor, previo referendo popular, rige todavía la Carta Magna de 1961 -la moribunda, en expresión de Chávez-, y las instituciones emanadas de ésta. "Hacer lo que Chávez quiere hacer, cerrar el Congreso y la Corte Suprema antes de promulgar la nueva Constitución, equivale a un golpe de Estado", declaró a este periódico Jorge Olavarría, un antiguo asesor del presidente y miembro de la comisión constitucional, que rompió posteriormente con Chávez y que ayer fue uno de los únicos cuatro candidatos opositores que lograron entrar en la Asamblea por la lista nacional.

El día fue tranquilo y en las filas ante las mesas de votación bullían las expectativas de salir de una miseria que se percibe humillante, pues durante años, en este país de 23 millones de habitantes, zambos, cuarterones y blancos criollos, estos últimos siempre arriba, el petróleo derramó más de 300.000 millones de dólares (48 billones de pesetas), despilfarrados la mayoría. "Parecemos suizos", declaró el ministro de Relaciones Exteriores, José Vicente Rangel, pues la afluencia a los colegios electorales fue constante durante todo el día y no se produjeron incidentes violentos.

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Mulato de 23 años, Carlos Gómez introdujo ayer en un colegio del centro de Caracas su papeleta de votación, de más de medio metro de larga, en una de las 16.727 máquinas automáticas que la empresa española Indra ha instalado en todo el país, y confió en que la nueva Asamblea instaure la "justicia social", aunque, por si acaso, se mostró dispuesto a repartir sus votos para que nadie caiga en tentaciones salvapatrias que acaben en tumulto.

Anoche, esta madrugada hora peninsular española, miles de seguidores de Chávez se agolpaban frente al palacio de Miraflores esperando que el presidente se dirigiera a ellos. Mientras, la masa gritaba a favor del cierre del Parlamento y del Tribunal Supremo.

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