Cocierto de violín
El Fandi prendió dos pares de banderillas de violín y sonó a concierto. Ambos pares pusieron al público en pie, gritando bravos y algunos hasta agitando frenéticamente pañuelos para pedir la oreja. El presidente no la concedió entonces (aunque ganas no le debían faltar) pero se desquitó regalándole al virtuoso tres.El violín de El Fandi no será el violín de Ingress (pues ése va por otro lado) pero seguramente sí el de Yehudi Menuhin. En vez de El Fandi le deberían llamar el Menuhin, o mejor el Yehudi, que queda más castizo. Hubo momentos en que -salvas sean algunas formas- el banderilleo de El Fandi no desmerecía en nada al Yehudi Menuhin de su gran época interpretando El vuelo del moscardón de Rimski-Kórsakov. No sólo al pulsar el arco sino por el movimiento derrapante y circutríneo con que danzaba la melodía.
Arjona / Montoliu, Bautista, Fandi
Novillos de Sánchez Arjona, tres primeros muy chicos -2º, impresentable, inválido total-, resto de poco trapío; todos cómodos de cabeza, escasos de cuerna, astigordos, sospechosos de pitones; muy flojos y dóciles, la mayoría aborregados e inofensivos. José Manuel Montoliu: pinchazo -aviso- y estocada corta (ovación y salida al tercio); dos pinchazos y estocada (silencio). Juan Bautista: estocada (oreja); bajonazo y rueda de peones (vuelta protestada). El Fandi: estocada y dos descabellos (dos orejas); pinchazo, otro cayéndose al suelo y estocada saliendo rebotado de un pitonazo (oreja); salió a hombros por la puerta grande.Plaza de Valencia, 20 de julio. 3ª corrida de feria. Poco más de media entrada. Concierto de violín
El Fandi Yehudi, con las banderillas, es un acontecimiento mundial. Corre para atrás a mayor velocidad que la jaca Cagancho para adelante y pues en la carrera vira, y al final reúne, y banderillea al atónito burel, la imagen resultante de todo ese proceso es la que ofrece en pantalla la moviola cuando rebobina.
No se quedan ahí los alardes de El Fandi Menuhin: en la siguiente descubierta añade durante la vertiginosa carrera giros sobre sí mismo, al modo que llaman molinillo, y la culminación del arrebato vuelve a ser el banderilleo rotundo firmemente reunido con el burel.
Y viene a renglón seguido el violín. Pasadas ediciones poseían mayor encanto: cuarteaba El Fandi al novillo sin que se supieran con certeza sus intenciones y, de repente, sorprendía a todo el mundo pasando la mano banderillera por el hombro contrario y dejando los palos enhiestos en lo alto del burel. En la novísima versión, sin embargo, añade prolegómenos. Sobran. Sale ya anunciando lo que vendrá, para lo cual se contonea por la candente y se pone bastante cursi.
Un Fandi cursi es como un repollo con lazo, un bosquimano peludo con el faldellín de la Paulova. A El Fandi antes le cuadra el pañuelo de cuatro nudos que la pamela de su majestad la reina de Inglaterra. El Fandi, cetrino, cejijunto, recio y un punto patizambo, es como es y cambiarlo le podría llevar a la ruina.
Es, sobre todo, El Fandi, pundonoroso, valentísimo; y no se crea que desconoce la ley taurómaca. Lances de capa que ensayó tirando de repertorio le salieron exquisitos; suertes de muleta que ejecutó -lo mismo las básicas que las accesorias-, poseían enjundia y ceñimiento. Frecuentemente lo hacía con la suerte descargada pero uno piensa que acaso eso no fuese ventaja sino mala enseñanza, o peor ejemplo, de quienes no saben torear de verdad.
En cambio manejando el estoque da la sensación de que va de primo. En lugar de perfilarse se encorva, blande a lo alto el acero y obedeciendo un montaraz impulso se tira de cabeza encima del toro. Y así pasa lo que pasa: que unas veces acierta y otras sale empitonado o se pega un coscorrón.
Calibrados méritos, brillos y opacidades -y peticiones auténticas- habría merecido El Fandi una oreja mas el presidente le concedió tres. El presidente estaba del lado de la organización. Salió un segundo becerro, desmochado e inválido y no sólo lo mantuvo en el ruedo sino que después le regaló la oreja a Juan Bautista por un aseado toreo de salón fingido ante semejante proyecto de cadáver. Juan Bautista es lo opuesto a El Fandi: sus maneras son académicas, su escuela, la buena, y la tiene bien aprendida. No obstante venía tan cuidado, tan entre algodones, con tan paupérrimos enemigos a su medida, con tanto favoritismo por parte de la empresa y del propio presidente, que se notó mucho y acabó aburriendo al personal.
José Manuel Montoliu carecía de padrinos. Se arrimó cuanto pudo, compitió en quites, realizó un toreo vertical, pausado, de muy cortos recorridos. Y quizá ahí estuvo su equivocación pues o el novillo es la tonta del bote o así no hay manera de torear. Y eso sucedió. Al primero, que efectivamente era la tonta del bote, le sacó naturales y redondos excelentes, mientras el cuarto, que ya mostraba una nobleza normal, le desbarató ese toreo amanoletado y excesivo. Montoliu habrá de esforzarse en mejorar. No se pide que dé conciertos de violín, pero tampoco debe conformarse con tocar el violón.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.