Plaza: "Mi dignidad profesional ha sido gravemente agredida"
El director de escena vetado para la Zarzuela no cree en "listas negras"
José Carlos Plaza, uno de los directores teatrales españoles más prestigiosos, ha estado callado estas últimas semanas mientras su nombre se barajaba, primero como nuevo director del teatro de la Zarzuela (fue nombrado por Tomás Marco, director del Instituto Nacional de las Artes Escénicas) y después como profesional vetado para el cargo por Miguel Ángel Cortés, secretario de Estado de Cultura. Plaza, que ejerce su oficio desde hace más de 30 años, no acaba de creer lo que le ha pasado y muestra su enfado por lo que considera una falta de respeto y un ataque a su dignidad profesional, "el único patrimonio que poseo".
Formado profesionalmente en la escuela de William Layton, el introductor en España del método Stanivslaski, Plaza se convirtió en director de moda tras estrenar hace casi dos décadas Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fernán-Gómez, aunque en esas fechas ya había recibido dos de los tres premios Nacionales de Teatro que posee. "Lo que han hecho conmigo ha sido una afrenta a toda la profesión escénica". Luego relata con minuciosidad cómo hace algo más de un mes recibió una llamada de Marco para pedirle, de manera insistente, que se hiciera cargo de la dirección del Teatro de la Zarzuela, pues Emilio Sagi quería dejar su puesto. Plaza ya había bregado anteriormente como director del Centro Dramático Nacional durante seis años, además de rechazar otras ofertas al frente de teatros públicos. "Llamé a Sagi para saber su opinión, así como la situación de su dimisión, y me confirmó su deseo de marcharse y la alegría que le suponía que yo fuese su sucesor", señala.
Comentarios
Plaza aceptó, y la prensa empezó a llamarle: "En una de las entrevistas me pidieron mi opinión sobre el comentario hecho por un alto cargo del ministerio acerca de mi nombramiento, dijo que no iba a permitir que se llenase el ministerio de comunistas, pero dejé claro que jamás hago caso de comentarios que no se pueden demostrar". Mientras la profesión felicitaba a Plaza y le empezaban a llegar cartas al Teatro de la Zarzuela, se sentaba a cancelar compromisos, se reunía con Sagi para analizar la temporada 1999-2000 y preparaba su agenda en función de su nuevo cargo, en el ministerio se libraba una batalla entre Marco y Cortés. El primero ya había nombrado a Plaza, cosa que puede hacer como director de un organismo autónomo, pero Cortés no estaba de acuerdo y desautorizó a Marco: pidió dos veces a Sagi que permaneciera un tiempo al frente del teatro, porque no habían encontrado a nadie con el perfil ideal para el teatro. Le dijo que si se marchaba la Zarzuela quedaría sin rumbo ni timón. Sagi aceptó. Plaza se enteró por la prensa de que no iría a la Zarzuela.
"¡Y esto sucede a menos de tres semanas de tomar posesión del cargo! Tengo más de 50 años y una trayectoria profesional a mis espaldas lo suficientemente dilatada como para merecer cierto respeto, no conozco al señor Cortés, y hoy sigo sin saber oficialmente qué razones ha tenido para permitir que todo esto suceda", dice Plaza.
El director, que desea que Cortés no sienta nunca esa sensación de impotencia y desprotección, añade: "Sin haberme movido de mi casa, intentando cumplir con mi deber como profesional y como ciudadano, he sido puesto socialmente en ridículo y profesionalmente en entredicho".
Y con ironía propia de Valle-Inclán, autor de las Comedias bárbaras, un texto que en la historia del teatro sólo José Carlos Plaza ha montado completo, el director lanza al aire preguntas, en una carta remitida a los medios de comunicación, que cree que sólo Cortés debería contestar: "¿Por qué mi nombre tiene que aparecer en prensa sin que yo haya pedido nada, y sin opinar lo más mínimo sobre todo este tejemaneje? ¿Por qué debo soportar el sambenito público de ser el director de escena que un secretario de Estado vetó sin que se sepan las razones?". Y añade: "De esta manera queda abierto el campo de las especulaciones, ya que no se sabe por qué se me veta: ¿ineptitud?, ¿falta de honestidad?, ¿enfermedades contagiosas? Naturalmente, la cuestión ideológica no puedo ni planteármela, ya que se estaría cometiendo un delito anticonstitucional, un atentado contra los derechos humanos más elementales e incluso contradiciendo los discursos de nuestro presidente de Gobierno. No, eso no puede ser, no puede ser".
Babelia
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