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Moscú se ahoga de calor

Sequías, incendios forestales y plagas de langosta azotan Rusia en el verano más caluroso en 120 años.

Una tormenta de granizo con unos pedruscos del tamaño de huevos, que causó inundaciones en algunos barrios, llevó el miércoles a Moscú el respiro que necesitaba desesperadamente en el verano más caluroso de los últimos 120 años. La racha de calor bochornoso, que se ha extendido a buena parte de Rusia, llegó tras un invierno excepcionalmente crudo y que no se esfumó hasta finales de abril. El pasado fin de semana, los habitantes de la capital rusa volvieron a respirar, pero los meteorólogos ya advierten del peligro de que la columna de mercurio vuelva en breve a las alturas. La temperatura en junio ha sido cinco grados superior a la media desde que se empezaron a tomar registros, allá por el año 1879. A la sombra, la máxima oficial no ha pasado de los 32 grados centígrados, pero esa cifra no da una idea correcta de la sensación real de sofoco, comparable a la de 10 grados más en Madrid.

A los moscovitas les ha pillado totalmente por sorpresa esta ofensiva térmica, que ya ha disparado espectacularmente las ventas de equipos de aire acondicionado. Es éste un negocio poco floreciente en Rusia, donde los ciudadanos temen mucho más -y con toda la razón- al frío, que nunca falta a su cita y que se queda de huésped indeseado durante al menos seis meses al año, con temperaturas que en Moscú han llegado alguna vez a descender de los 40 grados bajo cero.

No es raro que haga calor en verano. El año pasado, por ejemplo, hubo cuatro terribles días de junio, de hasta 37 grados a la sombra. Pero la normalidad se recuperó rápidamente, rota tan sólo por un terrible huracán que, en cuestión de minutos, barrió las calles por las que pasó y partió o arrancó de cuajo más de 75.000 árboles. En comparación con aquello, el granizo del miércoles fue un juego de niños.

La gente combate como puede el calor. Los más de 150 ahogados en junio, tan sólo en Moscú, muestran que el precio a pagar es, con frecuencia, demasiado alto. No sólo no se toman precauciones elementales como medir las propias fuerzas o dejar pasar un tiempo después de las comidas antes de lanzarse al agua de los ríos o estanques, sino que a menudo se alimenta con vodka un cóctel ya de por sí explosivo.

Una buena dosis de la bebida nacional rusa corría, por ejemplo, por las venas del nadador experto que, mientras luchaba contra los rigores del termómetro en el río Moscova, decidió pasar por debajo de un barco que navegaba corriente abajo. No se ha vuelto a encontrar rastro de él.

El caso más significado ha ocurrido en un lago cercano a San Petersburgo, donde se ahogó el pasado fin de semana Andréi Bogdánov, que fue medalla de plata en natación en los juegos olímpicos de Montreal (Canadá) de 1976. Los tres nadadores de categoría internacional que le acompañaban no pudieron hacer nada contra unas aguas que sólo en apariencia parecían tranquilas.

Este verano será recordado también por centenares de incendios forestales que han arrasado decenas de miles de hectáreas desde el Báltico al Pacífico, a lo largo de nueve husos horarios y dos continentes. Varios de ellos han estallado en los alrededores de Moscú, aunque el humo no ha llegado a invadir las calles de la capital.

Ayuda de EE UU

Las catástrofes naturales son tan frecuentes en Rusia que incluso hay un ministerio que se ocupa específicamente de ellas y cuyo titular, Serguéi Shoigu, ostenta el récord de permanencia en el Gobierno. No le será fácil tomarse vacaciones este año, tras un mes de junio que fue el más seco en 40 años, y con el pronóstico de que habrá que importar 14 millones de toneladas de cereales y recurrir a la ayuda de la Unión Europea y de Estados Unidos, el antiguo enemigo encarnizado de la guerra fría. Por si faltaba algo, una tremenda plaga de langosta que procede de Kazajstán (en Asia Central) ha invadido Rusia por el sur y se extiende hacia el norte y el oeste a una velocidad de 50 kilómetros diarios. Los insectos se están cebando en cultivos de las regiones de Irkutsk (Siberia, junto al lago Baikal), Astrakán (en la desembocadura del Volga), Kalmikia (en el Cáucaso) o Samara (a 1.000 kilómetros de Moscú). Según ha publicado el diario Izvestia, hay ya más de un millón de hectáreas afectadas por la plaga.

El ministerio de Agricultura no parece en condiciones de aportar con urgencia más de un tercio de los insecticidas, por valor de unos 2.000 millones de pesetas, que se necesitan para combatir esta amenaza. Cabe suponer que, a pesar de las dificultades económicas, el Gobierno importará con urgencia los productos químicos necesarios, sobre todo después del aumento de ingresos causado por el alza espectacular del precio del petróleo. La cuestión es si los productos químicos salvadores llegarán o no a tiempo para impedir la progresión de la plaga.

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