Los jóvenes hacen temblar al régimen iraní
Era una cuestión de tiempo. El entusiasmo contenido de los jóvenes que el 2 de Jordad (fecha del calendario iraní que corresponde al 23 de mayo de 1997) auparon al poder con sus votos al reformista Mohamed Jatamí era como el genio encerrado en una botella. Aquella noche, cuando se hizo evidente la victoria del candidato que defendía el Estado de derecho y el protagonismo de la sociedad civil, las manifestaciones de alegría fueron aún tímidas, como si los ganadores no terminaran de creerse el triunfo de alguien que no estaba apadrinado por los halcones del sistema. Tuvieron que esperar al muy simbólico partido de fútbol con Estados Unidos, en el Mundial de Francia, para celebrar, bajo la cobertura del triunfo deportivo, el espíritu del 2 de Jordad. Desde entonces, el pulso político se ha librado con biombos interpuestos. En los meses que siguieron hasta la toma de posesión de Jatamí, el 4 de agosto de 1997, no faltaron los agoreros que negaron cualquier posibilidad de que el nuevo presidente llevara a cabo los cambios prometidos durante su campaña ante el puño de hierro con el que sus oponentes sujetaban las riendas del poder. Desde el Parlamento, la judicatura y las instituciones revolucionarias islámicas paralelas a las de la república, los inmovilistas tenían -aún tienen- en sus manos los medios de comunicación oficiales y la dirección de las fuerzas de seguridad, incluidos los todopoderosos servicios secretos. Sin embargo, se infravaloraba la prudencia y determinación del nuevo presidente.
Poco a poco, de forma pausada, este político moderado de sonrisa perenne, ha ido permitiendo la entrada de aire fresco en el país. Sin cuestionar los pilares del sistema (del que él es parte), ha relajado las estrictas normas de censura, ampliado el marco de las manifestaciones culturales y, sobre todo, insistido en el respeto a las leyes frente a la interpretación arbitraria de las mismas que se había hecho norma. Han sido pequeños pasos, demasiado pequeños y lentos para sus simpatizantes, pero suficientes para encender los ánimos de sus enemigos políticos.
"Los conservadores, que perdieron las elecciones, han retado desde entonces a quienes estamos en favor de la sociedad civil y del desarrollo político", explicaba hace unos meses a EL PAÍS Hamid Reza Yalaipur, impulsor de varios diarios represaliados.
Ahora, un proyecto de ley parlamentario para restringir la libertad de prensa y el cierre del rotativo izquierdista Salam han destapado la botella que encerraba al genio que permitió la elección de Jatamí. El pulso político va a tener que librarse a cara descubierta y el presidente se verá obligado a mostrar sus cartas: O se pone abiertamente del lado de la calle o, a los ojos de sus simpatizantes, estará defendiendo al sistema. Esta vez va a ser difícil mantener el equilibrio. De momento, la revuelta de los estudiantes, la mayor protesta popular desde la Revolución Islámica en 1979, ha hecho, en palabras de algunos observadores, "temblar al régimen".
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