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FERIA DE SAN FERMÍN

Hacia el rejoneo total

, Llevamos camino de perfección... No nosotros, pueblo llano, pobres pecadores, sino ese rejoneador egregio que se llama Pablo Hermoso de Mendoza era quien iba camino de la perfección. Egregio y navarro, se debe decir para mejor precisar. En cambio si fuera bilbaíno -egregio y bilbaíno- constituiría redundancia.

Lleva camino de perfección con su toreo espectacular y puro que están llamados a conformar el rejoneo total. Difícil es armonizar ambas características, no se crea. La espectacularidad a veces es alarde aparente, superficial y frívolo; la pureza corre el riesgo de no tener acogida en determinados pensamientos, de angostas entendederas.

Claro que lo puro suele ser espectacular en sí mismo (como bilbaíno y egregio) y prende en el alma aunque el observador no alcance a calibrar los fundamentos técnicos y las razones esotéricas de su belleza. Y eso ocurría con Pablo Hermoso de Mendoza, su camino de perfección, sus caballos toreros, el público pamplonés, el cuitado señor presidente.

Murube/Moura, Hermoso, Ojeda

Toros despuntados para rejoneo de Murube, varios inválidos, en general dieron juego.Joâo Moura: seis pinchazos y rejón caído (silencio); rejón en lo alto, rueda insistente de peones y, pie a tierra, cinco descabellos (ovación y salida al tercio). Pablo Hermoso de Mendoza: rejón muy atravesado traserísimo y rueda de peones (oreja); rejón en lo alto (dos orejas); salió a hombros por la puerta grande. Paco Ojeda: rejón caído y rueda de peones (ovación y salida al tercio); rejón muy trasero caído, pinchazo y rejón bajo (vuelta) Plaza de Pamplona, 6 de julio. 2ª corrida de feria. Lleno.

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Pablo Hermoso de Mendoza templaba cabalgando a dos pistas, daba unos giros inverosímiles junto a los pitones a la salida de las suertes, citaba y reunía en corto y por derecho. Esto último es importante. En corto y por derecho es frase hecha de la tauromaquia -regla axiomática principalmente- y casi nadie la cumple ni a pie un a caballo.

El arte de torear se rige por unas reglas que no son exigibles por dogma sino por su valor específico. Se trata de normas muy estudiadas con el propósito de armonizar la calidad del toreo y la mínima ventaja que se le debe reservar al toro para que la lidia no se convierta en un abuso. Y muy experimentadas también de manera que su valía está suficientemente garantizada.

Claro que torear según los cánones comporta un riesgo muy superior al alarde aparente, superficial y frívolo, que es el sucedáneo del arte de torear. Por eso la mayoría de los lidiadores, tanto los de a pie como los de a caballo, practican la segunda opción.

Estamos ahora a caballo, evidentemente. Y desde la perspectiva de la silla vaquera (podrá ser portuguesa) se advierten notables diferencias. No era lo mismo el rejoneo de Pablo Hermoso de Mendoza en corto y por derecho que el de Paco Ojeda a galope tendido. Y, terciando, tampoco tenía que ver el de Joâo Moura, maestro indiscutible del oficio aunque en tarde aciaga. Quiere decirse que habida cuenta la veteranía y la ciencia, Moura daba pocas en el clavo.

Al toro escurrido, tronado y manso que abrió plaza lo enceló Moura corriéndole a dos pistas, con lo cual, sobre la intención de eliminarle las querencias -plenamente conseguida, por cierto- suprimía la sorpresa que podría traer después Pablo Hermoso de Mendoza con la misma técnica, de la que es consumado especialista. Los maestros veteranos se las saben todas. No obstante, el resto de su actuación transcurrió con escasa brillantez, ambos toros le alcanzaron los caballos, al primero lo mató de mala manera, estuvo desacertado en el cuarto con el descabello...

Paco Ojeda se trajo un rejoneo y unas maneras ecuestres que no imitaban a nadie. Él a lo suyo -y hacía bien-. Pegó tremendas galopadas de salida, al primero de su lote lo desbarató de un rejonazo y aún otro lo dejó prácticamente para el arrastre. No se sabría decir si el toro venía inválido del chiquero o lo lisió Ojeda. Los eruditos en la materia aún están reunidos debatiendo la cuestión y no obtienen conclusiones terminantes.

Los hierros no quedaron clavados en tan mal lugar que pudieran ocasionar lesiones irreparables. Debe de ser que Paco Ojeda pega duro. Paco Ojeda es una fuerza de la naturaleza; mueve al caballo como quien conduce un tractor; pica espuelas y el animal se acuerda de la familia; clava y hace temer que deje al toro ensartado en la arena.

Uno de los rejonazos que pegó Ojeda se perdió en el vacío pues el toro se desplomó justo al ejecutar la suerte; o a lo mejor fue que se tiró en plancha para esquivar la agresión. Los maestros se las sabrán todas pero los toros tampoco son tontos.

Pundonor y destreza campera no se le podrían negar a Paco Ojeda. Mas el arte del rejoneo que desgranó Pablo Hermoso de Mendoza había colmado de tal manera la sensibilidad del público que no admitía remedo ni resistía comparación. El toreo a caballo interpretado en pureza -con el riesgo, el dominio, la templanza y la suavidad que conlleva-, se había enseñoreado del coso pamplonés. Un toreo que iba para perfecto. Y sólo faltó para ser perfecto que los toros lo fueran de verdad; que no les hubiesen aserrado los cuernos; que estuvieran en puntas. Sutil detalle...

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