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Clases para enterrar el pasado

El primer día de clase la educadora les propuso que se retrataran a sí mismas; una actividad que sonaba demasiado infantil para mujeres que rondaban la treintena y que tenían dos o tres hijos. El resultado fue revelador. Se dibujaron pequeñitas, como si fueran poca cosa. Corría el mes de abril y era el comienzo de una experiencia pionera en España: cursos de formación para mujeres maltratadas, un programa orientado a procurarles una salida laboral con la que consolidar su independencia. Tres meses después ni ellas ni los dibujos son los mismos. Las clases no se reducen a formar a cocineras, camareras y auxiliares de ayuda a domicilio, sino que además buscan reforzar su autoestima y completar sus conocimientos de lectura y escritura, ya que muchas son analfabetas funcionales. "La mayoría nos casamos muy jóvenes y no tuvimos una formación; ahora o estudiamos o estamos condenadas a servir", dice con crudeza Julia, la más locuaz. Las demás permanecen calladas. Trinidad Lambea, la directora del Instituto Andaluz de la Mujer en Málaga, rompe el silencio: "Nuestra experiencia demuestra que todas las mujeres maltratadas salen adelante, pero siempre es más fácil si tienen formación y un empleo". El curso, organizado por el Instituto Andaluz de la Mujer, no es más que el desarrollo de una directriz del plan para la erradicación de la violencia doméstica aprobado hace un año por la Junta. En total, 200 mujeres de toda la comunidad se han acogido al programa. Casi todas las víctimas de los malos tratos tienen tres hijos, el doble de la media, y echan horas limpiando casas para subsistir. A fin de que puedan anteponer su formación a sus precarios empleos, el programa contempla una ayuda mensual de 60.000 pesetas. Fue ese dinero lo que le permitió a Lola dejar su trabajo como cuidadora de un deficiente para preocuparse por su formación. Después de un rato de charla, empiezan a soltarse y confiesan sus miedos, que no se refieren al pasado, sino al futuro. "Mi mayor preocupación ahora es encontrar un empleo", admite otra. Se impone entonces una pregunta: ¿si hubieran tenido un trabajo o ingresos suficientes, habrían tomado antes la decisión de decir basta a los malos tratos? El interrogante arranca afirmaciones hasta de las más tímidas. Todas añaden que su situación económica se complica aún más por el sistemático impago de las pensiones. Los cursos están orientados hacia actividades tradicionalmente femeninas. Las educadoras justifican ese encasillamiento en que la formación debe adaptarse a la demanda real del mercado laboral. En el otoño, se cumplirá la tercera parte del programa Cualifica: las prácticas en empresas. El IAM pretende que esa fase sirva para su inserción laboral. Según los datos del Ministerio del Interior, en 1998 se registraron en Andalucía 4.307 denuncias por malos tratos, una cifra que equivale a la quinta parte del total nacional (19.622) y que desde el IAM se interpreta como la punta del iceberg. Los números que maneja el Gobierno central revelan que Almería fue la provincia andaluza que experimentó un mayor crecimiento de los malos tratos, seguida de Málaga y Sevilla. En cifras absolutas, Sevilla se situó a la cabeza, Málaga ocupó el segundo lugar y Cádiz el tercero. Lambea insiste en que "todas salen adelante" y pone como ejemplo a Carmen, que llegó al instituto destruida por dentro y por fuera. Hoy, ella, como las demás, se dibujan grandes y hermosas.

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