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Reportaje:

Del choque postraumático al gas sarín

La falta de respuesta científica tiene mucho que ver con la falta de información sobre qué ocurrió exactamente en la guerra del Golfo. Por ejemplo, hasta hace dos años, los investigadores médicos no supieron que la nube tóxica causada por la voladura de un depósito con más de 500 cohetes que contenían gas sarín en el arsenal iraquí de Kasimiyah había alcanzado a las fuerzas de EE UU. Tras negarlo desde 1991, el Pentágono acabó admitiéndolo, mientras que la CIA se lavaba las manos alegando que había avisado a tiempo del riesgo. Estas revelaciones dejaron en ridículo a la comisión de la Casa Blanca que acababa de concluir que el origen del síndrome era un "estrés postraumático". El Pentágono afirmó primero que el gas de Kasimiyah sólo había afectado a unos cientos de soldados; luego habló de 20.000, y ahora la portavoz especial para enfermedades de la guerra del Golfo, la teniente coronel Dian Lawhon, ha reconocido a este periódico que "se acercan a 100.000 los soldados que estuvieron expuestos al gas sarín". Lawhon aclara que "no todos tienen síntomas, y no se ha establecido un vínculo médico entre las enfermedades y el gas".

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Alarmas

Quizá hubieran arrojado alguna luz sobre esta cuestión las 164 páginas desaparecidas de los archivos militares. En ellas, los mandos de campo registraban que se habían disparado decenas de veces las alarmas de detección de armas químicas y biológicas entre febrero y marzo de 1991. La teniente coronel Lawhon admite que el Ejército no puede explicar la desaparición de estos documentos, pero resta importancia a las alarmas: "Se disparaban por cualquier cosa. Son tan sofisticadas que un perfume o un cigarrillo pueden hacerlas saltar". Los técnicos que controlaban las alarmas y los soldados que las escucharon aseguraron ante el Congreso que saltaban coincidiendo con el disparo de misiles Scud desde Irak. Pese a ello, la versión oficial de la CIA es que "Irak no usó armas químicas ni biológicas, ni tampoco las trasladó a Kuwait". Con lo fácil que sería culpar a Irak del síndrome del Golfo, ¿por qué negarlo? Se han dado muchas explicaciones, desde que ello supondría reconocer que EEUU no pudo contrarrestar el ataque hasta las millonarias indemnizaciones que acarrearía. Además, antes del conflicto, 11 empresas estadounidenses habían vendido a Irak, con autorización oficial, productos para fabricar armas químicas y biológicas por valor de 250.000 millones de pesetas. De hallarse un vínculo entre estas ventas y el síndrome del Golfo, el escándalo estaría asegurado.

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