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La amarga experiencia de los 21 albanokosovares en Vitoria

No siempre la acogida resulta agradable. La cara amable de los niños saharauis o bielorrusos que llegan a España a disfrutar del verano tiene otra más amarga: la de los 1.400 albanokosovares que han llegado en las últimas semanas. Tienen aún demasiado reciente su drama y en algunos casos no se adaptan a su nuevo entorno con facilidad desde el principio. A Vitoria ha llegado, posiblemente el grupo más problemático. Cinco familias -21 personas en total- sufrieron el martes pasado su cuarto cambio de residencia en poco más de un mes. Venían de Ávila pensando que se les concedería una casa y un empleo. Pero no era así. De momento, se deben alojar en el Seminario, unas instalaciones austeras pero suficientes para su transición al nuevo mundo. Pagaron su decepción negándose a entrar en el edificio. Tras ocho horas, accedieron a los ruegos de los voluntarios locales. Después de unos días de adaptación ya se están integrando en el programa que han preparado Cáritas y la Diputación alavesa. Ese comportamiento de los albanokosovares se ha interpretado con recelos y rechazo desde algunos sectores. Sea como fuere, los 21 refugiados no dejan de ser víctimas.

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