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Tribuna
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Un protectorado

Andrés Ortega

"Un protectorado". Cuando Zbigniew Brzezinski, el que fuera asesor de Seguridad Nacional del presidente Carter, utilizó este término, causó una conmoción entre muchos de los presentes en el seminario sobre Diez años después de 1989, organizado en Viena por el Instituto de Ciencias Humanas y el Project Syndicate. Naturalmente, Brzezinski no se refería a la administración internacional de Kosovo, sino a la situación de Europa respecto a Estados Unidos. Europa, dijo con franqueza y concisión -"esa es la diferencia entre la retórica y al análisis", explicó- es en gran parte "un protectorado americano". La afirmación no es una novedad. Lo más sorprendente es que chocara, no tanto a los europeos occidentales presentes, que en el fondo no disputaron la aseveración, sino a muchos europeos del otrora Este, entre ellos los de una Polonia recién ingresada en la OTAN. Así, medio en broma medio en serio, Adam Michnik, director de Gazeta Wyborcza y uno de los polacos que más se distinguieron en la transición de la dictadura comunista a la democracia, reconoció que escuchar esa calificación de la relación entre Estados Unidos y Europa había hecho rebrotar desde lo más recóndito de su ser lo que él mismo llamó su durmiente "chovinismo polaco".

Los países recién despertados, doblemente, a la libertad y a la soberanía nacional, se resisten a admitir esta realidad. E incluso se resisten a relativizar su recuperada soberanía nacional en una Europa integrada. Éste puede ser uno de los problemas de la necesaria ampliación de la Unión Europea al Este, respecto a la cual algunos, con el ex primer ministro polaco (1989-1991) Tadeusz Mazowiecki, se preguntan si se va a tratar de una reunificación de las dos Europas o, más bien, de una "anexión" de la del Este por la actual UE. A pesar de estas dudas, en Polonia no acaba de arrancar el debate sobre la integración, como tampoco lo hubo a fondo sobre la OTAN, quizás porque, justamente, se pretende construir un consenso y no crear enemigos o rivales respecto a esta cuestión.

En cuanto a la situación de protectorado, Brzezinski se mostró escéptico respecto a las posibilidades de cambiarla en el futuro previsible, aunque apreciara en el nombramiento de Solana como señor Pesc una cierta voluntad europea de recuperar una autonomía militar y política. Algunos de los datos que presentó resultan elocuentes. Así, ningún país europeo por sí solo hubiera sido capaz de prevalecer sobre la pequeña Serbia. En la guerra por Kosovo, Europa ha dependido absolutamente de EE UU para algunas cuestiones esenciales: no únicamente para los ataques aéreos -en un 70% estadounidenses, según ha señalado el almirante Guido Venturoni, presidente del Comité Militar de la OTAN-, sino para los sistemas de escucha de las conversaciones entre autoridades serbias, u otros elementos de tecnología de punta.

Los miembros europeos de la OTAN dedican a gastos de defensa las dos terceras partes del total de EEUU, pero, según Brzezinski, obtienen sólo un 20% del rendimiento de la superpotencia, debido a las redundancias nacionales. ¿Cambiará la situación? El desarrollo de una Identidad Europea de Defensa podría contribuir a ello, pero necesitará mucho tiempo y esfuerzo. Mientras, EEUU será una potencia quizás no omnipotente, pero sí prevaleciente e incluso hegemónica. La cuestión es si va a seguir siéndolo en el futuro previsible, si es un estadio terminal, o si se trata de una etapa transitoria. Hoy por hoy, EEUU es un país cuya súbita retirada de su presencia militar en influencia en los Balcanes, Oriente Próximo, el Golfo, de Japón y Corea, llevaría al mundo a la anarquía, según el asesor convertido ahora en profesor. Ningún otro Estado está en tal situación. Pero no está garantizado que EEUU, sus ciudadanos y su Congreso, quieran que permanezca con este grado de implicación internacional, y no caiga en una tentación "minimalista". EEUU podría llegar a querer devolver el poder adquirido. Pero para ello tiene que haber alguien a quien devolvérselo. ¿Europa? aortega@elpais.es

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