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Eso vale un Perú y un Potosí

"Eso vale un Perú", se dice en castellano para realzar la excelencia de algo. Hay una expresión con el mismo significado y que hace también referencia a un punto geográfico: "Eso vale un Potosí". La frase alude a una ciudad de la actual Bolivia, que en la época del imperio dependía del Virreinato del Perú. No son expresiones casuales ni caprichosas. Perú fue símbolo en Europa de la riqueza llegada de América. La geografía de la América recién descubierta dio forma a los sueños de codicia de los conquistadores. Los metales preciosos del Perú no sólo sirvieron para enriquecer a España. Más bien, se desparramaron por Europa. Los banqueros genoveses se embolsaban el oro llegado de América con el que durante mucho tiempo se financió la hegemonía española en el Viejo Continente y su defensa del catolicismo. El Archivo General de Indias ofrece una exposición sobre la minería en el Perú. Todos los documentos que figuran en la muestra son propiedad de la institución. María Antonia Colomer, jefa de sección responsable de la muestra, recalca que esta iniciativa quiere hacer hincapié en la importancia del Virreinato del Perú en la economía de su época. "España se benefició de la riqueza que llegaba del Perú y pudo expandirse internacionalmente. Pero esta riqueza también benefició al impulso de la economía de Europa", indica esta representante del Archivo General de Indias. Además, la muestra incide en la articulación de la mina de azogue de Huancavelica (Perú) con las de plata de Potosí. El beneficio del oro y la plata se hacía inicialmente por el sistema de fundición. El sevillano Bartolomé de Medina experimentó en 1555 un nuevo método de purificación. Esta fórmula, la amalgamación, permitía aprovechar menas más pobres y de escasa ley. El azogue era imprescindible para la amalgamación. Sus yacimientos se convirtieron en fundamentales para la obtención de oro y plata. La plata mexicana se benefició del azogue español de Almadén. El de Huancavelica se destinó a la producción de la plata de Potosí. Huancavelica y Potosí cimentaron así una dependencia mutua a la hora de amalgamar plata y azogue. Sistemas de trabajo Las minas de plata de Potosí fueron el escenario de los primeros repartos de indios del sistema de trabajos forzados de la mita. La labor comenzaba una hora después de la salida del sol y duraba hasta su puesta. El trabajo en las minas provocó el despoblamiento de muchas comarcas y llevó a la muerte a miles de indios. La exposición trata asuntos tan diversos como la prospección y laboreo de las minas, el transporte interior, los sistemas de drenaje, la producción del azogue, los tipos de hornos, los métodos de amalgamación y los itinerarios que seguían los metales preciosos hacia los puertos de embarque. La muestra recoge, entre otros documentos, un mapa fechado en 1663 y hecho pintar por Andrés Salgado de Araujo. El mapa representa el Cerro de la Sal, en la cordillera de los Andes, y la ciudad que allí fundaron los conquistadores, que asociaron esta región con las tierras de Eldorado. Hay también dibujos de las minas de plata de Castrovirreina, Pasco y Hualgayoc, así como un diseño del Cerro de Potosí en el que se marcan las vetas y los socavones. Varios planos y dibujos de las minas de Huancavelica destacan igualmente entre la documentación expuesta. Uno de los documentos más bellos de la exposición del Archivo General de Indias es un plano que representa un nuevo método de explotación minera experimentado por su inventor, Gaspar Sabugo. El plano, que no tiene fecha, es un dibujo que muestra, a través de un corte, el interior de la mina de San Silvestre de la Hacienda de Pocamancha, en la provincia de Huarochiri. Sabugo era el administrador de la hacienda. Este método, que fue desechado por el director del Tribunal de Minería, incidía en la dirección y comunicación de las labores, colocación de las escaleras, desagüe de la mina y extracción y traslado del mineral al exterior. El dibujo representa las diminutas figuras de los trabajadores, los distintos niveles de la mina, con sus poleas y escaleras, y el desolado panorama exterior con unas colinas que parecen sacadas del infierno. Algo que los pobres indios que trabajaban en las minas quizás comprendieran muy bien. No en vano el sistema de trabajos forzados al que eran sometidos estaba marcado por los salarios insuficientes y por las jornadas laborales de la mañana a la noche.

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