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Reportaje:

La sublevación zapatera

Como David contra Goliat. Una pequeña cooperativa de calzado contra el imperio Segarra. Fue la idea fraguada por unos obreros socialistas de La Vall d"Uixó, en 1932, para abastecer al ejército de la República cuando la firma más poderosa del sector optó por un boicot sofisticado: ignorar las subastas del Estado. La investigación de un joven abogado del municipio, nieto de uno de los fundadores de la sociedad, ha desvelado las tretas de estos trabajadores para lograr su primer contrato y cómo superaron el intento de asfixia de su principal competidor. La aventura empezó cuando Vicent Frías, doctorando del jurista Arcadi Garcia i Sanz, halló un recorte de periódico fechado en 1933 con un artículo dedicado a la muerte de su abuelo paterno, firmado por el fundador del PSOE local, Francisco Ten. El retazo procedía de La Voz del Obrero y en él se citaba a su familiar como gerente de la Cooperativa Socialista de Consumo y Producción de Alpargatas en su estado embrionario, una sociedad cuya actividad silenció la guerra civil y cuya historia ha borrado el mismo miedo que quemó los archivos para huir de represalias. Nada consta de ella en la Dirección General de Fomento de la Economía Social, en la Fundación Largo Caballero, en la Dirección General de Cooperativas y en la Subdelegación del Gobierno de Castellón. Pero la cooperativa existió. Una acción de 25 pesetas encontrada por Frías, con fecha de 1926, lo demuestra, además de otras dos pruebas documentales facilitadas por la Fundación Pablo Iglesias: una carta de 1937 con membrete de la cooperativa en la que incluso se indica el domicilio y un ejemplar de 1930 de la revista El Faro, dedicada al vigésimoquinto aniversario de las Juventudes Socialistas de La Vall d"Uixó, en la que aparece una fotogradía de la sede de la organización. A ello se añade el testimonio escrito del hijo de uno de los gerentes, Enrique Marco Soler, que ocuparía luego un escaño de senador en las dos primeras legislaturas socialistas. Según Frías, la entidad se fundó en torno a 1925 como una cooperativa de consumo que proporcionaba a sus socios productos de primera necesidad a un bajo coste. En 1932, sus fundadores decidieron transformarla en una cooperativa de consumo y producción de alpargatas para servir a la República los pedidos que la empresa Segarra se negaba a proporcionarle. La cooperativa pujó en su primera subasta estatal en agosto de ese año, junto con la sociedad de alpargateros La luz del porvenir, después de reunir la cantidad exigida como fianza (10.000 pesetas). Los representantes viajaron a Madrid con dos pliegos, con uno de los cuales pretendían superar la oferta de Segarra si ésta se presentaba. La artimaña les permitió hacerse con un contrato de 82.000 pares de alpargatas de cáñamo, a 4,17 pesetas cada uno. La cooperativa se enfrentó después a graves problemas de abastecimiento y financiación provocados, según el autor, por las coacciones de Segarra a proveedores y bancos. La última estrategia del imperio del calzado fue alentar a sus trabajadores afines a la creación de una cooperativa paralela, bautizada popularmente como La Patena, con la que los socialistas acabaron pactando el reparto de las subastas. Todo antes de que la guerra civil y su resultado truncaran un camino de ideales que desembocó en la incautación de todas las propiedades de unos obreros emprendedores. Los mismos que ahora reclaman al Gobierno su restitución.

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