Justicia para la familia Bala

El Tribunal Penal Internacional para Crímenes de Guerra en la antiguaYugoslavia (TPI) ha empezado a investigar la matanza de la familia albanokosovar Bala, de la que informó EL PAÍS el pasado día 24. Siete miembros de dicha familia -cinco niños y dos adultos- fueron asesinados por paramilitares serbios en el centro de Pec el 12 de junio por la noche, cuando la OTAN ya había suspendido sus bombardeos y las tropas de Kfor estaban entrando en Kosovo. Barri Hogan, un investigador del TPI que está recogiendo información sobre los crímenes cometidos en la zona de Pec, acudió ayer al domicilio de los Bala acompañado por el capitán español José María Ortega y el subteniente italiano José Rapisanda. El investigador se entrevistó con Isa Bala, de 40 años, uno de los supervivientes, a quien preguntó si está dispuesto a acudir a La Haya para testificar ante el tribunal.

"Por supuesto", contestó Isa, quien perdió a tres hijos, dos sobrinos, su hermano y su cuñada. "Iré adonde sea y cuándo sea, porque mi único deseo es que quienes hicieron esto sean capturados", agregó. Una de las circunstancias que diferencia este caso de otros muchos que se han producido durante los tres últimos meses en Kosovo es que están disponibles todas las pruebas: los cadáveres de las víctimas, la casa donde tuvo lugar el crimen, el testimonio de los supervivientes y la identidad de uno de los asesinos.

Isa Bala reiteró ayer que pudo reconocer al jefe de los paramilitares, cuya identificación resulta fácil, pues llevaba los brazos cubiertos de tatuajes. Hogan anunció a su interlocutor que en los próximos días acudirá un funcionario a su domicilio para tomarle declaración, aunque le advirtió de que el juicio podría demorarse años. Los investigadores que están recorriendo Kosovo estos días, entre ellos un equipo de agentes del FBI, se encargan de preparar un informe sobre cada crimen de guerra y TPI decide cuándo hay indicios para presentar una acusación.

Mientras el capitán Ortega, miembro de la avanzadilla del contingente español que llegó el pasado día 20 a Pec, colaboraba en la investigación de crímenes de guerra; la Legión completaba su despliegue en el noroeste de la provincia. Con la llegada de una columna de blindados, que trasladaba a los últimos soldados desembarcados en el puerto griego de Tesalónica, superan el millar los españoles desplegados en Kosovo.

Si el martes los legionarios protegieron un monasterio ortodoxo, en el que viven siete monjas, ayer fue una comunidad de gitanos. El poblado, de unas 90 personas, se encuentra a 300 metros del principal cuartel español, lo que no evitó que una de sus viviendas fuera incendiada el martes por la noche. "Somos inocentes y estamos asustados", afirmó un portavoz.

Los albaneses acusan a los gitanos de haber colaborado con los paramilitares serbios en las matanzas, señalándoles a qué etnia pertenecía el morador de cada casa, saqueándolas luego y enterrando por fin a las víctimas. Los gitanos se defienden asegurando que si cavaron algunas fosas o entraron en algunas casas para desvalijarlas y entregar su contenido a los serbios fue bajo amenaza. La Legión se comprometió a garantizar la seguridad del poblado, pero sus habitantes preferirían marcharse a Montenegro si tuvieran medios. Salvo algunas áreas aisladas, Kosovo se sigue vaciando de serbios.