La ciencia, a debate
Hasta no hace mucho la actividad de los científicos se mantenía al margen de la vida cotidiana y sus aplicaciones estaban muy alejadas de la práctica social, en el tiempo y en el espacio. Hoy no es ése el caso. La ciencia tiene un impacto inmediato sobre las condiciones de vida y el desarrollo de los pueblos, hasta el punto de conformar, junto con los conocimientos sociales y humanísticos, el principal activo de un país para afrontar el futuro. La ciencia no puede solucionar los problemas de desigualdad, de opresión o de subdesarrollo, cuya primera causa está en la organización social. Pero una decidida política de desarrollo económico, participación democrática y protección medioambiental debe utilizar el conocimiento científico y verá limitadas sus posibilidades si prescinde de él. En Budapest se está celebrando la Conferencia Mundial sobre la Ciencia, bajo el lema Ciencia para el siglo XXI, un nuevo compromiso. Representantes de más de 150 países, expertos, sociedades científicas y otras organizaciones se proponen debatir sobre algunos de los asuntos candentes de la relación ciencia-sociedad. Uno de ellos será la brecha entre los países pobres y ricos en el acceso a los bienes que se basan en la ciencia. Los países pobres no sólo disponen de menos recursos materiales, sino que están excluidos del acceso al conocimiento científico y a las posibilidades que abre.
El acceso a esos conocimientos no garantiza que todos los pueblos puedan aprovechar sus potencialidades; es necesario que exista una base industrial y educativa mínima para ello. De ahí que no pueda aislarse el problema de la ciencia del más general de la escuela y de la constitución de un tejido humano con conocimientos y hábitos de organización. La diseminación de los resultados de la investigación, que es básica para el progreso del conocimiento, puede entrar en contradicción con la protección de los derechos de propiedad intelectual, problema cuya resolución requerirá un marco normativo internacional. La necesidad de mantener la investigación con financiación pública como factor de desarrollo cultural y económico es una idea compartida por la mayoría de los participantes en la conferencia.
La ciencia ha contribuido a la mejora de la salud, la alimentación y el bienestar humanos. Pero también ha generado riesgos, como armas de destrucción masiva o residuos que degradan el medio. De ahí que la reflexión ética sea imprescindible en la actividad científica. Pero esa reflexión debe ser informada y constructiva para que la sociedad, incluidos científicos y gobernantes, la haga suya sin reticencias.
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