Noche dorada
La de ayer fue una noche dorada en el Teatro Real. No sólo porque éste es el tono que predomina en el montaje, obra del director de escena Beni Monitresor y no de Ferdinand Lamaire, como se ha publicado. Sino porque es el colorido del tercer acto y algunas partes más en las que parece emular la alcoba de un traficante de armas de Miami o la grifería del yate de cualquier jeque marbellí. Pero la noche también fue dorada porque Plácido Domingo estuvo arropado en todo momento por los suyos y por el público, que se mostró generoso aplaudiendo al tenor, a sus compañeros de reparto, al coro y la orquesta. Aunque se echó de menos la presencia de algún miembro del Gobierno, allí estaban las autoridades locales, regionales y un puñado de famosos para dorar más la velada. Se vio a Charo López, a Concha Velasco y a Iñaki Gabilondo, pero los que no podían faltar a la tercera aparición del tenor madrileño en el teatro de su ciudad desde que éste se reinaugurara eran la familia ni las admiradoras de la International Plácido Domingo Society, sita en Viena y cuya representante en España, Mercedes Jiménez, es una de las encargadas de sacar cada dos meses los 3.000 ejemplares de la revista Bravo Plácido, que canta las glorias del divo por todo el mundo. Los fondos, según Jiménez, se destinan a la ayuda de niños con problemas. Niños que, por otra parte, 'no sirven de apoyo en escena a Domingo, como es el caso en este montaje de Sansón y Dalila del pequeño Daniel Esparza, que sirve de lazarillo al héroe hebreo. ¿Cómo se percibe el chorro de voz del tenor a un palmo de la oreja? "Bien", responde este aspirante a figura televisiva, "lo malo es cuando escupe".
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