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Entrevista:

"No hay reconciliación si quien mató no dice lo siento"

Pedro Gorospe

José Ángel Cuerda (Vitoria, 65 años) mira su futuro particular y no alcanza más allá de las dos próximas semanas. Sólo sabe que reabrirá su viejo despacho de abogado, más como una excusa contra la inactividad que por un auténtico deseo de retomar su casi olvidada profesión. Ha rechazado un puesto en Nicaragua como consultor de Naciones Unidas. Ha optado por seguir en el País Vasco, a poder ser, ayudando a terminar el proceso de supresión de la violencia. "La paz no tiene precio", señala, mirando de reojo al ministro Mayor Oreja, "pero la legalidad penitenciaria y la justicia tampoco". Pregunta. ¿Qué no ha hecho bien el PNV en esta campaña para no ganar? Respuesta. Ha habido dos elementos. Uno, que todo lo que ha ocurrido desde la tregua se ha interpretado desde una óptica del PP y PSOE como algo muy negativo y creo que el objetivo era el PNV. Frente a eso, creo que ha habido demasiados silencios por parte del PNV. No ha explicado su trabajo para conseguir la tregua, ni el pacto con Euskal Herritarrok, con la renuncia a métodos violentos que implica. El otro aspecto negativo es que la coalición con EA no ha funcionado. Ha habido aspectos negativos muy importantes. El PNV no ha ganado en Álava por los serios problemas que ha habido con la coalición en el valle de Ayala. Allí hubo un enfrentamiento y se han perdido cientos de votos. Probablemente ha habido muchos sectores de ambos lados que incluso la han considerado [la alianza PNV-EA] negativa. P. La alianza con EH ha provocado un giro importante en el PNV. ¿Cree necesario que ese pacto provoque una radicalización del nacionalismo? R. El problema es que todavía estamos en una democracia de confrontación, que da lugar a estas cosas. No es lo correcto. Tenemos que pasar a una democracia de cooperación, donde el pacto sea algo normal. Quizá ha habido una radicalización por parte del PNV, pero también en los demás. Cada uno se ha refugiado en sus cuarteles de invierno y ha luchado contra el resto. Es una etapa que hay que superar, y eliminar los elementos de conflicto. En los últimos meses no se ha hecho mucho. Todos tenemos que hacer autocrítica y evitar los frentes, tan artificiales como perturbadores. Puede que estratégicamente sea útil crear esas fronteras, pero a mí me parece negativo. P. ¿Puede aumentar esa confrontación el que los ayuntamientos de las capitales y las tres diputaciones se hayan repartido equitativamente entre partidos nacionalistas y no nacionalistas? R. Todos tenemos que plantearnos qué es eso de ser nacionalista. En sí mismo el nacionalismo no es negativo, como tampoco el socialismo, aunque haya personas que hayan utilizado estas tendencias de forma atroz. Milosevic es el jefe de un partido nacionalista y socialista, pero por ello no hay que demonizar al nacionalismo ni al socialismo. Creo que el socialismo es la única solución que tiene este país. No se pueden olvidar las raíces marxistas, porque sería muy peligroso, y tampoco caer en una mascarada con el neoliberalismo superpuesto al socialismo. Hay que negar muchos fundamentalismos, algunos también democráticos. P. Habla de diálogo, de sensatez política. Usted también ha hablado muchas veces de víctimas. R. Ese tema es clave y no ha existido hacia ellas un reconocimiento social adecuado. El de las víctimas es un problema de compensación no sólo económica, sino moral. Colocar a una víctima a la cabeza de una lista electoral no es una compensación, sino una utilización. En la reconciliación tiene que haber una actitud, y que quienes han matado estén dispuestos a decir "lo siento". Mientras eso no se haga será difícil avanzar en la reconciliación, tendrán que pasar generaciones. A personas que han cometido asesinatos no se les puede colocar como héroes. Aquí los partidos necesitan una renovación importante, quizá más de ideas y actitudes que de personas. P. Desde la alcaldía ha buscado fórmulas para impulsar el proceso de paz. ¿Pretende seguir participando a partir de ahora? R. Por supuesto, aunque nadie me lo pida. Si tengo alguna posibilidad de influir, lo haré. He intentado todos los contactos al más alto nivel. Así me va, claro. Porque cuando alguien te recibe a cierta escala es con la palabra de que no se va a hacer público. Las cosas tendrían que hacerse de forma más natural, y no decir cosas como que 63 personas que estaban en prisión provisional han quedado en libertad. Digo yo que habrán sido decisiones de los jueces. ¿O qué pasa? ¿Es que ustedes dicen a los jueces a quiénes hay que poner en libertad provisional? Cállense, por favor. Puede haber interpretaciones, pero si una persona lleva 18 años largos metido en una celda 22 horas al día, cuando salga de allí no irá a su casa, sino a un psiquiátrico. Eso no es justicia, sino venganza. Esto debe superarse. P. ¿Entonces, qué le diría a Mayor Oreja? R. Que la paz no tiene precio, pero la legalidad en materia penitenciaria y la justicia tampoco. Por dos veces el Parlamento español ha aprobado por unanimidad una proposición diciendo que tiene que haber un cambio en la política penitenciaria. Pero se olvidan de ella. P. Y está condicionado a los contactos con ETA. R. Estoy convencido de que ETA ha desaparecido. Lo que hace falta es propiciar que esa desaparición sea contrastada y un día anuncie que se disuelve. ETA no tiene ninguna posibilidad de volver. Lo que ellos llaman tregua indefinida es el punto final. P. ¿Diría que Iturgaiz y Mayor Oreja son más radicales que Otegi? R. No sé, pero sí manifiestan una radicalidad que para mí es negativa. En este Ayuntamiento he oído a Enrique Bert [portavoz de HB] decir: "Soy independentista, acepto sin ninguna reserva el resultado de unas elecciones si hay un referéndum de autodeterminación". Luego les ha preguntado si ellos [PP, PSOE] aceptarían que ganara el independentismo. Nunca ha habido respuesta. P. Y está la otra pregunta de los socialistas y los populares al nacionalismo: si ustedes aceptan el Estatuto y la Constitución. Tampoco hay respuesta. R. Claro, es que no hay buenos ni malos. Por parte de todos hay cierta indefinición y ambigüedad. Yo acepto la Constitución, pero una Constitución es para los ciudadanos y no los ciudadanos para la Constitución. Hoy los siete magníficos harían otra Constitución. Tiene que evolucionar. Hay cosas impresentables en ella, y lo dicen los propios autores. Probablemente en el PNV ha habido una situación ambigua y poco conveniente con la Constitución. Como también la ultradefensa de otros partidos. P. Se puede ser, por tanto, un defensor del marco vigente y a la vez creer inevitable un debate sobre el modelo de país. R. Evidentemente. La organización política de la comunidad no ha sido estática nunca en la historia de la Humanidad. Lo que hoy conocemos como Estado-nación es un fruto de muchos siglos de proceso. Pero está evolucionando. Dentro de unos años habrá desaparecido y será pura Historia, como lo son los reinos de Castilla, de Aragón o de Granada. En este momento estamos en la fase de superación del Estado-nación. No todo el mundo va al mismo ritmo. En Latinoamérica se está en otro Estado más atrasado, o más aún en África. P. Usted no es un político convencional. Ha buscado el consenso incluso a costa de no seguir estrictamente la doctrina de su partido. ¿Hacen falta más políticos poco disciplinados? R. No, sería al revés. Hacen falta más partidos que sean más consecuentes con la línea política que se debe seguir. Yo también soy el partido, luego la línea política también la marco yo. Hace falta que en los partidos haya capacidad de autocrítica. Si son monolíticos se acaban muriendo.

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Sobre la firma

Pedro Gorospe
Corresponsal en el País Vasco cubre la actualidad política, social y económica. Licenciado en Ciencias de la Información por la UPV-EHU, perteneció a las redacciones de la nueva Gaceta del Norte, Deia, Gaur Express y como productor la televisión pública vasca EITB antes de llegar a EL PAÍS. Es autor del libro El inconformismo de Koldo Saratxaga.

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