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Reportaje:

Chatarra para un museo privado

Un solar abandonado, lleno de chatarra, maleza y suciedad, circundado por paredes desconchadas y situado en un patio de vecinos de un céntrico barrio de Vitoria, ha sido reconvertido por un grupo de artistas locales en un espacio de arte del que podrán disfrutar en exclusiva los residentes de los inmuebles cuyas ventanas se abren al lugar. Mintxo Cemillán, Koko Rico, Pablo Milicua, Ernesto Esparza y el arquitecto Patxi Cortázar han sido los ejecutores de una idea surgida al margen de las instituciones. La iniciativa partió de la familia Lajo, ex chatarreros reconvertidos en propietarios de un conjunto de plazas de garaje adyacentes al solar. La exigencia municipal de no edificar un porcentaje de los terrenos dejó libre, tras la construcción de los aparcamientos, una extensión de 620 metros cuadrados que pronto fue pasto del deterioro y la basura. Conscientes del aspecto depauperado del lugar, los promotores se pusieron en contacto con los artistas y les encargaron que rehabilitasen la zona. Contaban para ello con todo tipo de desechos, desperdicios y chatarra esparcidos en un trozo de tierra enjaulado en medio de una manzana de casas. Definida así por los propios creadores, esta materia prima se ha convertido en el plazo de tres semanas en "una obra artística". Durante este tiempo, Cemillán, Rico, Esparza y Milicua han utilizado maquinaria vieja y chatarra para levantar una serie de esculturas que se reparten por toda la extensión. Al mismo tiempo, "aprovechando la vejez de los muros y pintando sobre ellos" han convertido "los defectos del lugar en valores plásticos". Por último, el suelo ha sido cubierto con arena dando la impresión de ser "una plaza de toros cuadrada". El conjunto, que ofrece un efecto visual de mayor amplitud que la real, desprende "connotaciones poéticas que ensalzan un lugar en el que sus propietarios comenzaron su trabajo con la chatarra y con el que continúan ganándose la vida". Por lo que respecta al garaje, los propietarios han huido del diseño habitual en este tipo de construcciones y, bajo la dirección de Cortázar, han creado un espacio diáfano y lleno de color que invita a "enseñarlo a los amigos". Pese a la vocación de las obras de arte de mostrarse al público, el nuevo espacio de arte, ubicado en la calle Monseñor Estenaga, será de uso y disfrute exclusivo de los vecinos de los inmuebles que lo rodean. Los artistas participantes piden que "sirva de precedente ejemplar para afrontar otros espacios públicos y semipúblicos desde un punto de vista lúdico-estético, partiendo tanto desde iniciativas privadas como, y con más razón, de iniciativas públicas". Cemillán comparó el proyecto con la "incumplida" norma del Ayuntamiento vitoriano que reserva el 2% del presupuesto de todas las construcciones públicas a la adquisición e instalación de obras de arte para la ciudad. "Mientras unas personas particulares promueven con su dinero la recuperación y promoción artística de un espacio, el Ayuntamiento incumple su normativa en este sentido desde hace siete años", concluyó.

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