El Sónar se supera a sí mismo con una multitudinaria jornada de clausura
42.000 personas asistieron al festival, que cerró con un amanecer al ritmo de Jeff Mills
La última jornada del Sónar 99 concluyó entre multitudes, y tanto el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, sede diurna del festival, como el pabellón de la Mar Bella, su sede nocturna, se atestaron de público deseoso de exprimir los últimos beats del festival, que finalmente congregó a unas 42.000 personas. Las actuaciones diurnas de Supercollider, Le Hammond Inferno, Dj Spooky y Tarwater resultaron las más seguidas por el público, y por la noche los triunfadores resultaron dos pinchadiscos, Richie Hawtin y Jeff Mills, ambos veteranos del Sónar.
Pese a la avalancha de público, los llenos de ambos espacios fueron razonables, de suerte que la habitabilidad de los recintos resultó más que adecuada y fue posible seguir todas las actuaciones sin que peligrasen los juanetes de la asistencia. Por la tarde se pudieron seguir en el CCCB todo tipo de actuaciones; desde un intelectual que leía textos sobre fondo de música con aire cinematográfico, David Toop, hasta los ritmos descuajeringados e inasibles de un marciano con aspecto humano, Dj Spooky. También se dejaron ver freakies haciendo funk futurista, Supercollider, y cultivadores de sueños eléctricos como Tarwater, a la postre protagonistas de la actuación menos enervante de la jornada. En cualquier caso, hubo público para todo y todo fue consumido por el público con un aire de concentración más que llamativo. Sin duda, que el set Dj Spooky no vaciase el vestíbulo del CCCB fue una prueba de que el público está dispuesto a todo con tal de participar en el Sónar. La destrucción de Sodoma y Gomorra hubiese merecido la banda sonora que presentó el pinchadiscos norteamericano. Tremendo ruido de ritmo retorcido.
El público ocupó al completo todos y cada uno de los espacios del centro. En la jornada del sábado, la de más afluencia, hubo colas en el auditorio para seguir los pases de cine y videoclips musicales, colas para entrar en las cápsulas interactivas del apartado Sonarmática y, en las horas punta de la tarde, colas para asegurarse plaza en uno de los 11 ordenadores situados del Sonar On-line que contaba con una línea frame relay que permitía bajar las páginas de Internet a velocidad supersónica.
Cuerpos en movimiento
Por la noche triunfaron el tecno, el bombo y la caja disparados desde un escenario empequeñecido por la multitud. Más de 9.500 personas se citaron en la Mar Bella para entregarse al baile, y de nuevo se produjeron esas escenas que ya ha patentado el Sónar. La visión de un mar de cabezas y cuerpos en movimiento al son de una música digital que aumenta su ritmo a medida que el día clarea es algo que merece la pena contemplar. En la carpa aneja al pabellón hubo menos gente, y los excelentes sets de Optical y Grooverider, ambos de drum & bass, no tuvieron el protagonismo al que su fama les hace merecedores. Tampoco el de Smol Tosi, una de las estrellas nacionales de este género, cuya danza puede provocar dislocaciones en todas las articulaciones del cuerpo. Pero en fin, lo único dislocado en la Mar Bella fue una noche en que bailaron hasta en la playa los que no pudieron entrar en el recinto, que a las dos de la mañana cerró sus puertas para evitar los apretujones. El Sónar se acababa y ya nadie encontraba las miradas que volverán a perderse dentro de un año.
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