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El Papa reaparece en relativa buena forma, pero suspende su visita a Armenia

ENVIADA ESPECIALVeinticuatro horas de tratamiento antigripal y reposo le han bastado a Juan Pablo II para recuperarse. El Papa retomó ayer la actividad programada en este séptimo viaje a Polonia, canonizando por la mañana a una princesa de orígen húngaro, Kinga, en la localidad de Stary Sacz, a unos 110 kilómetros al sur de Cracovia, y visitando su ciudad natal, Wadowice, por la tarde.

El portavoz vaticano, Joaquín Navarro Valls, confirmó que el Pontífice seguirá también el programa previsto para hoy, incluida la visita al santuario de Czestochowa. El regreso a Roma se hará a primera hora de la tarde, como estaba previsto inicialmente, una vez descartado el desplazamiento a Armenia, que el Papa quería emprender mañana viernes.

Juan Pablo II apareció en relativa buena forma, pero su homilía fue leída -como el día anterior- por el cardenal arzobispo de Cracovia, Franciszek Macharski. Aun así, Karol Wojtyla intervinó al final del acto con un llamamiento para que termine la tragedia de la guerra: "Me dirijo a todos los que están en los Balcanes para que cesen las acciones que están causando tanto sufrimiento".

Wojtyla recordó, en voz alta y con todo lujo de datos geográficos, sus paseos en canoa por el parque nacional de la zona de Stary Sacz cuando era joven. Dirigiéndose precisamente a los jóvenes, el Papa repitió unas palabras ya dichas en un anterior viaje a Manila: expresó su deseo de "llegar más allá del 2000". También la visita de la tarde a Wadowice, la ciudad donde nació en 1920, fue para el Pontífice un recorrido por la memoria. Wojtyla interrumpió varias veces su discurso para recordar en voz alta pequeños detalles de su vida en esta ciudad que abandonó a los 18 años. El Papa recordó, por ejemplo, alguna representación teatral en la que había intervenido y detalles anecdóticos relacionados con los habitantes de la Wadowice de su infancia y adolescencia.

La canonización de la beata Kinga, que en el siglo XIII fundó un convento de monjas clarisas, no podía efectuarse en ausencia del Pontífice, que debe pronunciar un ritual específico, de ahí que se barajara la posibilidad de completar la ceremonia mediante una conexión televisiva desde el palacio arzobispal de Cracovia. Una fórmula demasiado anómala en todo caso, que fue excluida. El Papa abandonó la residencia arzobispal a las ocho de la manaña y se trasladó a Stary Sacz -donde le esperaba una multitud de cientos de miles de personas, entre ellas, el primer ministro húngaro, Arpad Göncz- en coche, debido al mal tiempo que había en la zona.

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