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El lobo, los 3 cerditos y el todoterreno

La junta rectora del paraje natural del Desert de Les Palmes ha manifestado su rechazo al proyecto de una carretera entre Oropesa y Cabanes. Esa ruta -actualmente servida por un camino- cruza la vertiente norte del Desert y atraviesa un paraje que, si bien no figura en el catálogo de los grandes parques nacionales del planeta, es muy estimado por los castellonenses. Se trata de territorios de la antigua Tinença de Miravet, una comarca de origen árabe, con vestigios de la época ibérica y cuyos valores naturales y paisajísticos los hace especialmente atractivos. En nuestro país y desde hace unos años, la tupida red de caminos históricos, bien sean locales, agrícolas o forestales, se ha ido convirtiendo, aún sin reunir las condiciones técnicas adecuadas, en nuevos circuitos para el tráfico de automóviles. Son caminos que son reasfaltados sin arcenes ni medidas de seguridad y que por la baja intensidad de tráfico, son un estímulo para los amantes de la velocidad. La inexistencia de medidas de vigilancia propicia un desprecio absoluto por el entorno y por los paisanos que no van en coche. Pero no sólo por los caminos circulan los coches. Allá donde los turismos no pueden llegar, los modernos todoterrenos les relevan. Como su nombre indica, no necesitan caminos. Un anuncio publicitario de uno de estos modelos nos lo presenta en medio del campo con el siguiente rótulo: "El lobo, los tres cerditos y el Montero. Donde te lleva un Montero no llega nadie". Mucho se ha escrito sobre los anuncios de automóviles, uno de los sectores más agresivos del mercado. Una agresividad que lleva, en ocasiones, a rozar o superar, no sé si límites legales o éticos, o las dos cosas a la vez, en especial cuando suponen una clara incitación a rebasar los límites de velocidad. Por lo que se refiere a los todoterrenos, es evidente que el mensaje de dominación que contienen surte sus efectos: en el último año sus ventas han crecido, en proporción, más que los turismos convencionales, aunque paradójicamente sus propietarios sean mayoritariamente urbanitas. Volvamos a la carretera Oropesa-Cabanes: antes de conocer el proyecto en detalle, sólo se me ocurren dos motivos para entender una actuación de este estilo: la presión política provincial para conectar el futuro aeropuerto de Castellón con la costa, o sencillamente que la máquina de construir nuevas carreteras ha perdido el juicio y no hay quien la pare. Ni siquiera el argumento del incremento de la demanda de tráfico -por cierto, ya en desuso en los países más avanzados- sirve para este proyecto, que se diseña como un desafío a la naturaleza, viaductos, desmontes y túneles incluidos. Los caminos han sido, a lo largo de la historia, el medio de colonización más preciado y a través de ellos se extendió la cultura, la riqueza y las ideas de progreso, aunque también la barbarie y la dominación. Hoy, sin embargo, el mito de las infraestructuras continúa utilizándose acríticamente en un contexto económico muy diferente, en el que no siempre constituyen un factor de desarrollo positivo ("Cuando los camiones pesados llegan a un poblado de los Andes, lo primero que desaparece es parte del mercado local...", señala Ivan Illich). Ese mito es tan potente, que todavía inunda hoy los programas de la mayoría de los partidos políticos, incluso de aquellos que empiezan a plantear la sostenibilidad del desarrollo. El resultado es que, salvo algunos colectivos marginales, nadie se atreve a contestar los planes expansivos de la Administración, que está inundando de nuevas carreteras -utilizando eufemismos como "bulevar" "avenida" o "distribuidor"- parajes de alto valor paisajístico, cultural y económico. Véanse, además del ya citado proyecto en Castellón, las actuaciones previstas o en marcha para la comarca de L"Horta o la Ribera, por citar los que me parecen más escandalosos. La fragmentación de nuestro paisaje, la ruptura de la parcelación y la trama de los tejidos rurales con sus caminos y acequias, la creación de fuertes tentaciones para abrir procesos de urbanización y en fin, la mayor facilidad de acceso a parajes que deben mantener unos niveles mínimos de aislamiento, son algunos de los efectos perversos de una política mal planteada. Superados los niveles razonables de carreteras y autovías per cápita, lo cual ha generado unos impactos difícilmente asumibles, es hora de plantear otra cultura del territorio. Por si las consideraciones medioambientales en sí mismas no son suficientemente convincentes, habrá que insistir en sus efectos económicos. Los territorios interiores no van a ser más competitivos simplemente por ser mucho más accesibles. Su potencial endógeno reside, en muchos casos, en sus valores naturales. Las comarcas interiores de Castellón son las que permanecen menos alteradas de nuestras tierras. Y todas tienen un nivel de accesibilidad más que aceptable. Por eso, la alternativa a esta destrucción de la riqueza ambiental ha de ser, como señala Alfonso Herranz, la inversión en "infraestructura natural".

Joan Olmos es ingeniero de Caminos.

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