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EL CAMINO HACIA LA PAZ Brotes de violencia

"Es rabia, es odio"

El ruido de los tres helicópteros británicos de transporte Chinoock hizo palidecer a Marko, un soldado serbio que desde ayer ya no usa el uniforme y que ahora se dedica a una misión de persuasión. Alto, fornido, con la cabeza rapada, este ex militar mostraba las manos para que se le viera temblar el pulso. "Es rabia, es odio", dijo. "Mi país está ahora ocupado y mucha de la gente de mi pueblo se quiere ir, en vez de quedarse a defender lo que queda, a resistir al enemigo incluso a costa de esta gran humillación que nos ha sido impuesta". Marko hablaba a la entrada del famoso monasterio de Gracanica, uno de los más antiguos de Kosovo, donde se venera a los santos ortodoxos con la misma devoción que a los serbios inspira el príncipe Lazar, héroe máximo de los serbios desde su fracasada pero heroica defensa de Serbia en la gran batalla contra los turcos de 1389. Y lo que aún le amargaba más era ver la caravana de coches civiles repletos de valijas, mantas, colchones, ollas y otros enseres domésticos de los cientos de serbios que, ante el avance de la OTAN, huyen hacia Serbia.

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Millares ya lo han logrado introduciendo sus coches, tractores y carromatos entre los convoyes en plena retirada del Ejército yugoslavo, iniciada el sábado. El miedo a las represalias de los albanokosovares, una vez que vuelvan de sus refugios en Macedonia y Albania, es enorme. Pero aún mayor es el terror que inspira el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), la fuerza de aproximadamente 17.000 hombres que en teoría debería desarmarse con la toma de control de la OTAN sobre Kosovo. Pero el ELK no parece dispuesto a entregar sus armas, y sus declaraciones son cada vez más críticas a toda "concesión" a los derrotados serbios.

Parece evidente que el ELK, que intensificó su campaña contra los serbios durante los 77 días del bombardeo aliado, se está moviendo a sus anchas y violentamente en varios sectores de Kosovo, ignorando las advertencias de "serias consecuencias" efectuadas por los aliados. En Gracanica, los seis tanques británicos apostados en el camino al monasterio no concitan siquiera la curiosidad de los niños. Atraen más bien miradas de rencor, como la que se lee en los ojos de Marko.

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