"Making business" en Hondarribia
Por lo visto debe de haber muchos ejecutivos, de esos que aunque presumen de sus viajes de negocios al extranjero, se les pone la piel de gallina cuando su jefe les anuncia que en una semana parten para representar a la empresa y llevar adelante un importante negocio. Para evitar que el susodicho ocasione una debacle, existe desde hace casi dos años un remedio que se asemeja bastante a pasar una semana en un centro de Oxford aprendiendo inglés. La única diferencia estriba en que en vez de trasladarse hasta tierras británicas, el necesitado se refugia en un señorial caserío de Hondarribia. Es una especie de barnetegi en inglés al pie de la Virgen de Guadalupe. El neoyorkino Christopher Corsitto supo captar las necesidades de esos directivos a los que por motivos de trabajo, reuniones y viajes no les era ni rentable ni provechoso un curso de inglés de tres horas semanales. Se puso manos a la obra. Acertó con el buzoneo a todas las empresas españolas para proponerles esta experiencia de 65 horas ininterrumpidas de inglés diseñado especialmente para su personal directivo y técnico. La idea ha ido calando gracias al carácter emprendedor y explosivo de este americano que no tuvo reparos en abandonar hace 15 años su carrera de periodista en Manhattan para enseñar su lengua a una variada fauna madrileña entre los que figuran personajes populares como Jorge Sanz, Fernando Trueba, Emilio Martínez Lázaro o el Gran Wyoming. El alumnado que acude hoy al programa Executive Excel in English, que así se denomina esta experiencia auspiciada por el centro Stanley, no es tan divertido como aquel. Pertenecen a empresas punteras como CAF, Sanitas, Hewlett Packard, Aceralia, GKN y también a otras de menor envergadura. Algunos llegan con su ordenador portatil para trabajar el discurso que deben pronunciar en el extranjero. Entonces la semana se reserva exclusivamente para este ejecutivo al que los cuatro profesores que habitualmente se turnan para impartir diferentes temarios le preparan un discurso a la perfección, con los términos adecuados y la entonación precisa. "A los dos días lo ha ensayado tantas veces que se lo sabe de memoria", señala Christopher, acérrimo partidario de dotar a sus alumnos de unos conocimientos que van mucho más allá del trabajo "porque después de una reunión hablando de trenes en Nueva York seguro que se gana su aprecio si le pregunta cómo van los Knicks". La variedad de cursos permite a los interesados escoger entre los cinco días con un máximo de tres alumnos o los fines de semana (viernes y sábado) durante todo un mes. "La inversión que se hace en tiempo y dinero obliga a obtener resultados inmediatos. No valen excusas. Los alumnos que miran con temor estar 24 horas hablando inglés se dan cuenta de que son perfectamente capaces", señala Eduardo, uno de los profesores. Ese ha sido el caso de Lourdes y Sonia, que llegaron el lunes e incluso soñaron en inglés.
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