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FIN DE LA GUERRA Los refugiados

Los refugiados carecen de papeles para regresar y recuperar sus casas

El millón de albanokosovares desplazados de sus domicilios durante la operación de limpieza étnica, organizada por el régimen de Belgrado, no se fían de Slobodan Milosevic y temen que su firma del acuerdo de paz sea una nueva treta. La mayor parte de los deportados se enfrentan a un problema adicional: al expulsarles, los serbios les arrebataron toda su documentación y ahora no tienen forma de probar ni que son kosovares ni qué propiedades dejaron en Kosovo. Muchos intentan emigrar.

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, Entre los refugiados albanokosovares de dos campamentos situados en la frontera de Macedonia no se advertían ayer síntomas de especial entusiasmo ante la firma del acuerdo de paz entre la OTAN y el régimen de Belgrado, que debe proporcionarles garantías de retorno a sus hogares. Las casas incendiadas que dejaron atrás, la desconfianza hacia la validez de los acuerdos firmados con el presidente Milosevic y la dureza de las condiciones de vida en los campos parece haberlos sumido en una actitud entre escéptica y desconfiada. Muchos expresan su deseo de emigrar al extranjero, en busca de mejores condiciones de vida que las que puede ofrecerles un Kosovo arrasado por la guerra a pesar de la paz. Un hombre kosovar buscaba ayer de forma desesperada ayuda en el campo de refugiados Stankovic 2 con dos papeles en la mano. Uno iba en albanés y otro en alemán. En éste se podía leer que la ciudad alemana de Culmbach certifica que su mujer y sus hijos han recibido asilo político y procede la autorización para que el padre se una a ellos. No era el único. Otros muchos refugiados, o deportados albanokosovares, no muestran especial entusiasmo ante el anuncio de la paz y esperan con desesperación la posibilidad de emigrar el extranjero. A las preguntas sobre qué sentían ante la noticia de la paz, sólo se cosechaban monosílabos, apenas un "bien" o un "vamos a ver qué pasa". En el campo de tránsito de Blace, al lado mismo de la frontera, el funcionario sueco de la organización de refugiados de la ONU, Goran Rosen, explicaba: "No creen en nada porque Milosevic rompió tantos acuerdos...". Se encontraba Rosen en plena faena de desalojar una partida de refugiados que abandonaban Blace en tres autobuses con destino a otro campamento en mejores condiciones. A pesar del sol aplanador, la escena tenía una resonancia a otras épocas. Bastaba cambiar el sol por la nieve y aquellos infelices, con sus escasas pertenencias cargadas en sacos de plástico, serían la representación palpable de escenas de los judíos deportados. El cuarto de millón de albanokosovares de Macedonia sufren en los campos. En Stankovic 2, Zequir, un obrero de 43 años de Kosovo Polje, ciudad de mayoría serbia al lado de Pristina, comentaba ayer: "Esto es una cárcel. Me largué de la policía serbia y vine a otra peor. Sólo la OTAN lo puede arreglar". Ramadan Husenai, un hombre de 47 años, de Racak, escenario de una brutal matanza a principio de año, tiene una pierna rota y mal soldada tras los malos tratos de la policía serbia. Husenai expresa sus dudas porque "siempre Milosevic dice esto y lo otro y nunca cumple". Al final, formula un deseo: "¡Ojalá la OTAN lo arregle cuanto antes, si Alá nos ayuda!".

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