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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Oportunidad turca

En la primera jornada de su juicio, que comenzó ayer a puerta cerrada en la isla-prisión de Imrali, no lejos de Estambul, el jefe de la guerrilla independentista kurda ha pedido a sus correligionarios el fin de la lucha armada. Desde su cubil blindado, Abdalá Ocalan solicita, a la vez, una amnistía para los suyos y perdón a las familias de los muertos por la guerrilla separatista. El jefe del PKK, para quien el fiscal pide la pena capital, asegura que se dedicará a trabajar por la paz si se le perdona la vida.La misma composición del tribunal en cuyas manos está la suerte de Apo hace más que improbable la clemencia. El Tribunal europeo de Derechos Humanos no considera imparcial una corte en la que uno de sus tres jueces es nombrado por los militares. El concepto mismo de derechos humanos aplicado a la justicia saca de quicio a la ultraderecha turca -cuya máxima expresión, el Partido de Acción Nacionalista, se ha convertido en las elecciones de abril en el segundo del Parlamento y en socio ahora del Gobierno anunciado por Bulent Ecevit-, pero son ya muy importantes las voces que piden una reforma. El presidente del Tribunal Constitucional estima llegada la hora de restablecer la plena libertad de expresión en un país que pugna por ser socio de la UE y de cambiar una ley antiterrorista ambigua.

La acusación principal contra Ocalan no es la de asesinato, aunque el fiscal le considera responsable último de las casi 30.000 muertes acarreadas por el separatismo kurdo; sino la de violar el artículo 125 del Código Penal, que castiga con la muerte el intento de crear un Estado separado. Es el Parlamento, sin embargo, el que debe aprobar una ejecución. La última se efectuó en 1984, precisamente el año que el PKK se levantó en armas. Pese a que Apo es considerado el enemigo público número uno, los diputados tendrían que pensárselo mucho antes de mandar a la horca, y tras un juicio internacionalmente mirado con lupa, al símbolo de una rebelión masiva, literalmente secuestrado en Kenia hace tres meses y medio.

Ankara puede esgrimir terribles agravios, pero también el pueblo kurdo tiene su propio catálogo de horrores. Con el juicio de Ocalan, Turquía tiene una doble oportunidad histórica: la de ponerse al día en una de sus asignaturas pendientes, el respeto a los derechos humanos -que favorecería su aspiración a integrarse en la Union Europea-, y la de iniciar un proceso de reconciliación nacional que saque de la vía militar la trágica cuestión kurda y la reconduzca al diálogo.

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