Mucho marco para poco fondo
La cultura ha sido un quebradero de cabeza para el PP desde que accedió al gobierno de la Generalitat hace cuatro años. El promedio de un consejero por año es difícil de superar. El primero de ellos, Fernando Villalonga, fue el que sentó las bases del proyecto cultural más ambicioso de la legislatura del PP: la rehabilitación del monasterio de Sant Miquel del Reis para ubicar la Biblioteca Valenciana. El tercero, Francisco Camps, presentó otro de parecida magnitud: el palacio de las Artes de Santiago Calatrava que al principio denominó " casa de la ópera". Ambos abandonaron la consejería, que también es de Educación y maneja el segundo mayor presupuesto de la Generalitat, para desempeñar cargos de secretario de Estado. Entre ellos se coló Marcela Miró, cuya gestión fue tan bienintencionada como inocua; y por último, Manuel Tarancón tomó posesión como consejero a principios de año y le dio tiempo a crear, para sorpresa de todos, la nueva dirección general del Libro y Coordinación de Bibliotecas. Durante estos años, la tendencia a construir nuevas infraestructuras museísticas se ha incrementado de manera notable. Se han puesto en marcha proyectos como el insólito Museo de la Ilustración, el moderno Espai d"Art Contemporani de Castelló o el previsto museo del arte del siglo XIX, además de la ya iniciada ampliación del San Pío V, la rehabilitación del Museo Nacional de Cerámica y la remodelación del Museo de la Asegurada en Alicante, entre otros. También se han aprobado diversas leyes: la de Patrimonio Cultural, la de Música, la del Instituto Valenciano de Cinematografía, la del Instituto de Restauración y la de la Ciencia, por la que se creó el Organismo Público Valenciano de Investigación (OPVI), en parte heredero de la desmantelada y prestigiosa Institució Valenciana d"Estudis i Investigació (IVEI). De esta manera, se ha ido creando un marco de actuación que parece un fin en sí mismo. Ninguna de estas leyes anunciadas a bombo y platillo se ha desarrollado de acuerdo a sus propios artículos, si bien algunas son muy recientes. El presupuesto de Cultura del próximo año ha aumentado más del 15% con respecto al anterior, pero es del todo insuficiente para que el marco deje de percibirse más que el fondo. El continente se ha impuesto al contenido. Es el caso del OPVI. Su nombre apenas ha trascendido, en consonancia con su actividad. Especialmente visible ha sido la labor de la directora general de Promoción Cultural, Museos y Bellas Artes, Consuelo Ciscar. Para ella se crearon estas dos últimas áreas tras adjudicarse al final la dirección del IVAM, a la que aspiraba, al estudioso del arte Juan Manuel Bonet. Al abandonar Santiago Muñoz la dirección de Promoción Cultural, el área fue también asumida por Cisca, cuyo nombre ha sonado por encima de los consejeros en temas de cultura. Las artes plásticas han sido las más promocionadas en las áreas de su competencia. Así lo reconocen artistas y profesionales como el presidente de los galeristas valencianos, Tomás March, quien califica de "estupenda" la creación de la dirección de Bellas Artes por la "entrada de dinero" y "la gran actividad" desarrollada. March, sin embargo, echa en falta "un criterio" en las actuaciones. Una de las críticas más extendidas a Ciscar es la de intentar dar café para todos y realizar una política clientelista. Muchos artistas declinan criticar públicamente su política por temor a quedar excluídos de las exposiciones organizadas por el Consorci de Museus, órgano auspiciado por Ciscar que en 1998 necesitó una modificación presupuestaria que superó en 100 millones el presupuesto original.
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