"El diablo está en los detalles" del acuerdo de paz, advierte Aznar
"Se dice que el diablo está en los detalles y, tratándose de Milosevic, los inclumplimientos están en la mente de todos". El presidente español, José María Aznar, se mostró ayer "extremadamente cauteloso", según sus palabras, al valorar el anuncio de Belgrado de que acepta los principios generales del plan de paz del G-8. Admitió, no obstante, que aprecia "una posibilidad" de acuerdo y subrayó que su deseo es que se alcance lo antes posible para que los albanokosovares, a los que ayer visitó en Albania, puedan volver a sus casas
Por unas horas, Aznar abandonó ayer la campaña electoral, aunque quizá no del todo, para visitar el campo de refugiados de Hamallaj, a 22 kilómetros del puerto albanés de Durres, que con notable esfuerzo y generalizados elogios han levantado los militares españoles sobre lo que hasta hace un mes era un cenagal.El presidente español no tuvo el baño de multitudes que su homólogo británico, Tony Blair, o el secretario general de la OTAN, Javier Solana, se dieron en los campos de refugiados de Macedonia, pero sí recibió similares muestras de gratititud. Como decía Kamer Abayly, cabeza de una familia de diez albanokosovares: "Tenemos una deuda enorme con los españoles. ¡Ojalá no se encuentren nunca ustedes en situación de que se la paguemos!".
Quienes más afectuosamente acogieron a Aznar fueron los niños, que suponen el 40% de los 1.300 refugiados que se alojan en el campo. Un chaval de siete años -cuyo ejemplo siguieron otros- se le colgó del brazo y le acompañó durante el recorrido, bajo un sol abrasador que presagia un verano inclemente.
Varias decenas más le recibieron con vivas a España y aplausos en la guardería improvisada bajo una tienda de campaña. El presidente subrayó que la atención sanitaria y educativa a la infancia es vital para el futuro en paz y convivencia de la región. Seguramente se le habría helado la sonrisa de haber entendido la letra de la canción que un niño le dedicó como bienvenida: un belicoso himno que reivindica el carácter albanés de Kosovo y ataca a los ocupantes serbios. No se trataba, explicó un traductor, de una composición de circunstancias, sino un canto tradicional.
Las obras del campo avanzan a buen ritmo y en pocas semanas podrá albargar a casi 5.000 refugiados, el máximo de su capacidad. La falta de agua potable se ha resuelto coyunturalmente con cuatro camiones aljibe, que diariamente acarrean 72.000 litros desde una distancia de ocho kilómetros. Además, se piensa perforar un pozo de 200 metros de profundidad e instalar una depuradora. La mayor deficiencia es la falta de letrinas, pues la burocracia aduanera demora su llegada.
Pero no son éstas las cuestiones que más preocupan a los refugiados. Su líder le rogó a Aznar que los militares no traspasen el campo a las organizaciones no gubernamentales, como está previsto a partir del 5 de junio. "No tenemos nada contra Cáritas y Cruz Roja", le dijo, "pero la gente está traumatizada y sólo la presencia de los soldados españoles les da tranquilidad". Los deportados cuentan inquietantes noticias sobre la infiltración de las mafias en los campos que no gozan de protección militar.
Aznar eludió el asunto y le respondió con el mensaje que más repetiría durante la jornada: que tanto los 400 militares en misión humanitaria en Albania como los pilotos que bombardean Yugoslavia sirven, cada uno a su modo, al mismo objetivo: "que los albanokosovares vuelvan cuanto antes a sus casas".
El presidente se trajo de España una cuna para un refugiado de sólo ocho días. Y algo más importante: los dos helicópteros Chinook que el Gobierno comprometió el 16 de abril y llegaron por fin el viernes. Una de sus primeras misiones fue transportar al campamento a los más de 30 periodistas que acompañaron a Aznar, mientras éste se entrevistaba en Tirana con las dos primeras autoridades del país: el presidente, Rexhep Mejdani, y el primer ministro, Pandeli Majko.
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